El gran perdón

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Perdono, pero no olvido”. ¿Cuántas veces has escuchado esta frase? Incluso la habrás pronunciado, haciendo hincapié en que una cosa es perdonar y otra perdonarte. ¿Practicas la indulgencia? ¿Cómo pides perdón? Desde el Coaching te propongo profundizar en el concepto de remisión de la falta o de la transgresión cometida.

Reconozco que soy de las personas que no creía en el perdón, no tanto porque me supusiera un ejercicio de humildad, sino porque sólo en ocasiones me sentía preparada para ello, tanto para darlo como para recibirlo. Supongo que la culpa obraba el milagro, haciéndome sentir indigna y avergonzada, no merecedora de tal gracia.

Aprendizajes de vida y de Coaching posteriores me han hecho saber que el acto de solicitar el perdón a alguien, por algún error cometido, nos sana más a nosotros mismos que a quien dirigimos la petición. Es lo que una buena amiga enuncia en forma de mantra: “me perdono por el daño que me hago a través de los demás”. Así ya lo comprendo y a día de hoy me confieso firme partidaria del perdón, del auto perdón.

“Pedir perdón, disculparse, no nos denigra; al contrario, tomamos conciencia de que hemos cometido un error, o de que hemos hecho daño a otra persona y nos excusamos, reconocemos nuestra infracción”, dice la psicoterapeuta Fina Sanz en su libro El buen trato como proyecto de vida; “todos podemos cometer faltas, pero podemos disculparnos y cambiar”.

 

Qué hay detrás

Dice Sanz que solicitar indulgencia mediante la disculpa es en ocasiones “lo único que podemos hacer para curar algunas heridas personales y también sociales”, dado que “implica perdonarnos a nosotros”.

Y es que tanto quien lo pide como quien lo concede hace un ejercicio de reconocimiento del hecho en sí mismo. Darnos cuenta de la falta cometida nos permite medir el alcance del daño infligido a los demás, así como a una misma. Perdonar es, pues, abrirse a una nueva situación, de la mano de la sinceridad. Sin embargo, hay ocasiones en las que no se está preparado para perdonar, o para solicitar la remisión de nuestro error.

En este último caso, te invito a reflexionar a propósito de qué es lo que hay detrás: ¿Qué emociones afloran al pensar en lo que has hecho y/o te han hecho? ¿Qué es lo que te impide pedirlo o concederlo? ¿Para qué crees que valdrá que perdones o que te perdonen?

“Cada persona hace en su vida lo que cree, lo que sabe, lo que puede, lo que le dijeron que tenía que hacer”, dice la psicoterapeuta, sexóloga y pedagoga Sanz; “Cuando cambiamos nuestros comportamientos podemos vernos a distancia, dándonos cuenta de quiénes éramos y quiénes somos ahora”.

Aprender a perdonar-se

“Hay episodios, momentos, en los que nos reprochamos lo que hicimos y lo que no”, dice Fina Sanz. “¿Cómo aguanté aquella situación? ¿Cómo es que no hice nada para cambiar las cosas y salir de ahí? Y quizás nos sentimos avergonzados y culpables”. “El hecho de que ahora podamos ver que actuaríamos de otra forma es porque estamos en un lugar diferente, es decir, tenemos otra perspectiva de las cosas”.

Esta experta considera que en ese espacio y tiempo en el que pudimos hacer y no hicimos éramos personas distintas, con pensamientos, sentimientos y creencias muy diferentes a las que tenemos en el momento presente; “por eso hemos de poder perdonarnos por nuestras dificultades, creencias equivocadas o comportamientos inadecuados”, dice Fina Sanz.

Perdonar, pedir perdón y reconciliarnos pueden ser nuestros objetivos. En Coaching iniciamos la acción para lograr un reto, por lo que te propongo varios pasos hacia la reconciliación, tanto contigo mismo como con los demás.

  1. ¿Qué es lo que siento? ¿Cuáles son mis emociones? Te invito a comprobar si detrás de tu sentimiento de culpa hay miedo, tristeza o ira. Mediante el coaching de las Distinciones el término culpa se convierte en responsabilidad. Distinguir lo que sientes te permite conocer si estás preparado para pedir o solicitar perdón. Si es que no, es una situación legítima, que requerirá algo más de tiempo. Permítetelo.
  2. Evitar el juicio. Te invito a situarte en el hecho, sin juzgar la bondad o maldad del error, sea tuya o cometida por otra persona. Enuncia lo que ha ocurrido; por ejemplo: “estábamos charlando y en un momento determinado me ha dicho que lo he hecho mal (me ha dado su opinión) y que le he perjudicado en su trabajo (mi comentario puede traerle consecuencias)”
  3. Reconocimiento. Ante el hecho en sí mismo, te propongo tomar conciencia de lo ocurrido. Sin juicios ni calificaciones, puedes enunciarlo mediante un esquema de causa-efecto.
  4. Responsabilidad. Te invito a asumir la responsabilidad de tus acciones y no hacerlo con las de los demás. Tras reconocer y tomar conciencia del error, asumir las consecuencias con sinceridad ayuda a comprender la dimensión de la falta.
  5. Cambiar creencias. Te propongo sustituir las creencias limitantes (aquellas que te generan culpa y afectan a tu autoestima) por otras potenciadoras. En este punto, te invito a ejercitar el auto perdón.
  6. Asumir los cambios. Si pides perdón y ya te has perdonado, te propongo echar la vista al asunto y darte cuenta de qué es lo que puedes cambiar. Te invito a preguntarte: ¿Cómo puedo hacerlo mejor la próxima vez? ¿Qué factores me limitan?
  7. Reconciliación. Cuando nos perdonamos a nosotros mismos el daño que nos hacemos a través de los demás (a veces, mediante la culpabilidad y el estancamiento en el pasado al cometer el error) limpiamos la escena. El agradecimiento completa el proceso del perdón.

¡Feliz Auto Perdón! ¡Feliz Coaching!

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