¿Te atreves a entrenar la amabilidad?

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Es un ademán, una palabra, una sonrisa, una caricia o un tono de voz cálido; todos y cada uno de estos gestos expresan amabilidad, esa llave que abre la empatía, la comprensión y la conexión con otras personas. ¿Cómo vas tú de amabilidad? ¿Qué sientes al ser afectuosa? ¿Te gusta que los demás sean afables contigo?

¿Qué es para ti ser amable? La amabilidad es un término relacionado con la afabilidad, esto es, la cualidad de ser agradable y dulce en el trato, con una conversación suave. Implica también ser amoroso y cariñoso en la manera que tenemos de relacionarnos con otras personas e incluso llegar a la complacencia. Este último término te propongo que lo descargues de posibles significados peyorativos, pues complacer supone agradar a alguien, provocarle satisfacción, aunque no a cualquier precio emocional.

“Si te muestras arisco y desagradable porque te sientes asustado, me quedo contigo e intentamos solucionarlo; pero si tu conducta es así en la intimidad, prefiero terminar nuestra relación aquí y ahora”, le comentaba recientemente una amiga a su compañero. Ha bastado esa reflexión, a modo de toque de atención, para que ambos retomaran la complicidad de pareja, con el apoyo de una terapeuta.

Lo que pedía Lourdes a su compañero es que su trato fuera considerado, afable, complaciente y afectuoso; en suma, que entrenara y desplegara su amabilidad.

Cómo ser amables

A estas alturas de texto, puede que te hayas dado cuenta de que la amabilidad comporta la empatía, ese saber ponerse en el lugar de la otra persona; también implica asertividad, esto es, expresar de manera firme pero respetuosa y con lenguaje neutro aquello que deseamos comunicar al otro. Sin embargo ¿cómo puedes entrenar la amabilidad? Desde el Coaching te propongo un decálogo para ser amable.

Puedes empezar por el punto que consideres más interesante; te invito a que lo enuncies como un reto y te entrenes, si te parece, empezando por ti mismo.

  1. Reconocer y respetar los derechos y méritos de los demás. Aceptar sus formas de pensar, aunque sean diferentes de la tuya.
  2. Te propongo que trates a los demás con el mismo respeto y cariño con el que te gustaría que se dirigiesen a ti.
  3. Te invito a ser complaciente, agradable, con quienes te rodean, especialmente si te piden un favor o solicitan tu ayuda.
  4. ¿Qué te parece utilizar palabras como Gracias, Perdón, Por Favor o Te lo agradezco?. Posiblemente harán más agradable tu relación con los demás.
  5. Te propongo que entrenes la visualización de lo mejor de cada persona, que te preguntes por sus cualidades y habilidades. Puede que te sorprenda descubrir su lado positivo.
  6. Te invito a que expreses tus mejores sentimientos siempre que te sea posible. En este sentido, no reprimas un elogio o el hecho de destacar una habilidad en la otra persona. Desde la naturalidad, la alegría y el afecto saldrán de ti muchos piropos emocionales de forma espontánea.
  7. Entrena la sonrisa. Cada vez que te acuerdes, haz gimnasia con los músculos de tu rostro. Puedes recordar alguna anécdota que te haya hecho sentir bienestar emocional. Si no, sonríe y comprueba el efecto en tu estado de ánimo y en la expresión no verbal de los demás.
  8. Te propongo que observes los efectos que te produce el hecho de ser amable con los demás: ¿Qué emoción sientes? ¿Notas efectos en tu posición corporal? ¿Sientes bienestar?
  9. El contador del Buen Humor. Te invito a que eches un cálculo, grosso modo, a propósito de cuántos minutos y/o horas al día te sientes con buen ánimo, con un humor excelente. Como reto, puedes plantearte incrementar dicho porcentaje: de las 16 horas de vigilia al día, una hora representa el 6,25%. ¿Qué te parece llegar al 10%? ¿Y al 25%?
  10. Una última reflexión: si todos tratamos de dar lo mejor de nosotros mismos, llegaremos a ser más felices, a sentir bienestar emocional colectivo.

Detener la descortesía

¿Qué es lo contrario de la amabilidad? Descortesía, desatención, mostrar aspereza en el trato, ser arisco, incluso un término tan popular como “ser borde”. Son actitudes mediante las que nos manifestamos a veces y que generan obstáculos en la comunicación, en la relación entre las personas.

Desde el Coaching, existen varias herramientas para frenar en seco tales actitudes desagradables. Podemos aplicárselas a los demás, si bien te propongo que lo mejor para entrenarse es comenzar por una misma.

  • Volver a empezar. Imagina que has tenido un día complicado, de esos en los que parece que casi todo se enreda y sale al revés. A ti te afecta y terminas por expresarte de forma aversiva e incluso agresiva, desagradable. Te propongo la técnica de volver a empezar, es decir, en el momento en que te observes una actitud descortés, para un minuto y pregúntate: ¿Cómo podría decir esto mismo de otra manera?

Si eres tú el destinatario de un trato desagradable, te invito a que hagas esta misma pregunta a tu interlocutor.

  • Hacer gala de buen humor. Estás de nuevo en un bucle emocional. Vas a decir o has dicho algo de manera desagradable, aunque no fuera tal tu intención. Te invito a utilizar la herramienta del buen humor. Para ello, imagínate convertida en un personaje exagerado, histriónico. Echa mano de tu cultura audiovisual y recrea a personajes tan entrañables como el arquetipo de la ira en “Del revés” o Candace, la hermana de Phineas y Ferb, cada vez que su madre no se percata de las acciones de los chicos.

Elijas a quien elijas, te propongo que te visualices como si fueras ese personaje en un acceso de ira. Confieso que mi favorita es la representación de la cólera en “Inside out”. Me ha reportado momentos muy cómicos, riéndome incluso antes de disculparme por la forma en que había trasladado mi mensaje.

  • Ejercitar la comprensión. Nos pasa a casi todos: una experiencia que interpretamos como negativa suele ponernos de mal humor. A veces no nos es posible aclararlo con la persona indicada, por lo que hacemos recaer nuestro mal genio en los seres queridos.

En este punto, te propongo ejercitar tu comprensión y compasión. Y es que si tú sabes cómo funciona el automatismo del enfado, ¿verdad que es posible que a la otra persona le haya ocurrido algo similar cuando se muestra desagradable con nosotros?

Esta herramienta nos hace ver qué explica una conducta descortés, incluso tóxica; pero no la justifica, por lo que te propongo que formules a esa persona la pregunta del principio: ¿podrías decirme eso mismo de otra manera?. Gracias.

  • La llave D.E.P.A. Este acrónimo recoge las acciones de Descripción, Emoción, Petición y Agradecimiento. Te propongo entrenarla, pues requiere el empleo de un lenguaje asertivo y neutro, lo más neutro que te sea posible. En la descripción puedes sugerir con naturalidad que la situación entre esa persona y tú se ha vuelto tensa. Seguidamente, expresa cómo te hace sentir, cuál es tu emoción. Puede que estés enfadada, triste, desanimada o rabiosa; hazlo saber a tu interlocutora. La petición se enuncia como “te pido que por favor cambies tu manera de hablarme”. En cuanto al agradecimiento, bastará con un cortés “Gracias”.
  • Cambiar de registro. En ocasiones, la actitud descortés o desagradable puede detenerse simplemente cambiando el tema de conversación. Esta herramienta puede complementarse con la relativa al buen humor, es decir, ese cambio de registro se puede generar a partir de un comentario aparentemente absurdo, que no tenga que ver con el tema con el que está enconado nuestro interlocutor. Expresiones como “es verdad, cómo llueve”, “¿quién?” o una de mis favoritas, que me sirve para romper la inercia incluso de mis propios enfados: “¿qué ha ‘pasao’? ”

Este cambio de registro provoca un stop en el automatismo de la ira, haciendo que reflexionemos e incluso que nos echemos a reír.

Y recuerda que, como tantas otras habilidades, la de la amabilidad también se entrena.

¡Feliz Amabilidad! ¡Feliz Coaching!

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