¿Sabes pedir ayuda?

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¿Podrías ayudarme? ¿Me echas una mano? O ¡necesito ayuda!; son algunas de las fórmulas para solicitar el apoyo de los demás. No obstante, son sintagmas que quizá nos cuesta decir, aunque necesitemos la colaboración de los demás. Desde el Coaching te proponemos entrenar la petición de ayuda

¡No me hace falta ayuda! ¡Ya lo hago yo sola! No me gusta pedir que me ayuden. O ¡me apaño muy bien a mi manera!, son expresiones que quizá todos hayamos dicho alguna vez, más como una forma de amortiguar la emoción que sentimos ante el hecho de solicitar el apoyo de otra persona que por convencimiento propio. Y ya que cito la emoción, aprovecho para hacerte una proposición: ¿Qué hay detrás de tu petición, en el momento en que solicitas ayuda? ¿Hay orgullo? ¿Quizá miedo? ¿O se trata de que no deseas “devolver el favor”?

Cuando pedimos ayuda realizamos un ejercicio no sólo de humildad, sino también de consciencia, pues nos damos cuenta de que hacerlo solos o no podemos, o no queremos, o no será el mismo resultado. Desde este punto de vista, solicitar la cooperación o colaboración de alguien es una práctica saludable en términos emocionales. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?

 

Qué hay detrás

Hay personas a quienes parece que les resulta fácil solicitar nuestra colaboración, incluso para tareas en las que en principio no parecería necesaria nuestra intervención. Hacen la petición con naturalidad y sencillez. Tanto, que en ocasiones es a nosotros a quienes nos cuesta decirles que no, llegado el caso. Pero incluso ante la negativa, lo toman como algo aceptable y simplemente se limitan a preguntárselo a otra persona.

Cuando hablamos con otras personas, en cambio, su actitud es otra. No quieren pedir ayuda por diversos motivos:

  • Evitan pedir ayuda porque creen que nadie puede apoyarlos. Consideran que sólo ellos tienen el nivel de eficacia y perfección para llevar a buen término dicha tarea. ¿Qué emoción hay detrás? Puede ser el miedo a que les digan que no, que interpretan como un rechazo.
  • Esquivan la petición de apoyo porque creen que están por encima de los demás. ¿Qué sentimiento está agazapado? Quizá tras el aparente orgullo se halle oculto el deseo de no mostrar vulnerabilidad, por considerarla una expresión de debilidad.
  • Excusan la solicitud de colaboración para no tener que corresponder con otro favor a esa persona que se la brindó primero. ¿Qué se esconde tras esa actitud? Quizá soledad, entendida como aislamiento. Creen que a quienes les prestan su apoyo hay que pagarles, de una forma u otra.

Sea miedo, orgullo o soledad la emoción agazapada tras la decisión de rechazar el apoyo de los demás, desde el Coaching te invito a confrontarla. Casi todo parte de nuestro interior, desde las creencias que hemos ido forjando. Convertir esas creencias que nos limitan para la acción (en este caso, pedir ayuda) en potenciadoras permite una mayor libertad de movimiento. A veces nos olvidamos de que somos seres sociales que necesitamos de la relación y la convivencia con otras personas para nuestro desarrollo, para nuestro bienestar.

Cómo pedir ayuda

Al observar cuál es la creencia que está detrás de la petición de ayuda quizá nos demos cuenta de los beneficios que tiene recibirla de los demás. Este proceso de Coaching tiene varios pasos que te invito a seguir:

  1. Ser consciente de lo que sientes antes de pedir ayuda. Ver qué hay detrás. En ocasiones, existen creencias limitantes, etiquetas que nos adjudicamos, frenando así nuestras acciones. Observa qué sientes al pedir apoyo a la otra persona: ¿sientes vulnerabilidad? ¿Qué efecto tendrá en ti el acto de pedir ayuda?
  2. Elegir a la persona a quien pedirás cooperación. ¿Se trata de un amigo? ¿Es un familiar? ¿Qué grado de confianza tienes con él?
  3. Entrenar la fórmula para enunciar tu petición. A veces, cuando pedimos un favor es mucho más que eso, tanto para nosotros como para la otra persona. Naturalidad y sencillez facilitan qué decir y cómo.
  4. Pedir ayuda con honestidad. Quien nos apoye ha de saber que le pedimos su colaboración, la cual valoramos adecuadamente.
  5. Aceptar la respuesta del otro, sea cual sea. Has de estar abierto a la respuesta negativa. Respeto y comprensión son herramientas para estas situaciones.
  6. Reconocer valores como la sinceridad, sencillez, honestidad y amistad. Tanto en ti, que eres quien pide ayuda, como en la otra persona.
  7. Agradecimiento. Vaya a colaborar contigo o no, te invito a agradecer a la otra persona, aunque sólo sea porque te haya escuchado y valorado tu petición. Y si además accede a cooperar, pues con mayor motivo.

 

Prestar apoyo

Uno de mis adultos de referencia durante mi infancia tenía una forma particular de actuar, que consistía en ayudar a alguien antes incluso de que ese alguien se lo pidiera. Era tal su afán de cooperación, que no se paraba a reflexionar si la otra persona necesitaba ese tipo de ayuda e incluso, de ser así, si sería a ella a quien se la pediría. Simplemente estaba convencida de que ella podía prestar ayuda.

Crecí aprendiendo tal conducta; sin embargo, pronto me di cuenta de que aquello sólo me reportaba frustraciones, pues había veces en las que la persona no quería que le apoyaran; es más: ni siquiera era consciente de que necesitaba ayuda.

Así que, tal y como reza el refrán “al final, ni agradecida, ni pagada”, es decir, no había agradecimiento, tampoco reconocimiento y además tenía la sensación personal de que yo estaba permanentemente disponible para las necesidades de los demás. A lo que se sumaba mi falta de aprendizaje en lo tocante a pedir ayuda ya que, ¿cómo iba a solicitarla alguien que siempre estaba dispuesta a ayudar?

Varios años de aprendizaje después aprendí de una amiga un lema valioso: se ayuda a quien lo pide. A lo que sumé un apéndice: cuando se quiera y/o se pueda. Esto significa que la ayuda se presta a alguien que nos lo pide y no se trata de un tema de orgullo, sino de toma de conciencia, pues la persona que lo solicita es consciente de que necesita apoyo, de que desea ayuda y de que ha decidido pedirla.

Por otra parte, si eres tú quien vas a ayudar a alguien, te propongo que reflexiones a propósito de si deseas prestar esa colaboración, pues a lo mejor no te apetece, sea el motivo que sea. También es importante que sepas si podrás brindar esa ayuda, ya que a veces no es posible.

Para ilustrar visualmente este último punto, te invito a recordar uno de los capítulos de la afamada serie Friends. Hay una escena en la que dos de sus compañeros de piso le piden al personaje de Phoebe que les ayude, a lo que ella responde: “Me encantaría poder ayudaros, pero es que no me apetece”.

Genial, ¿verdad? Acabo de acordarme de varias ocasiones en las que me hubiera gustado responder con la misma espontaneidad, naturalidad y franqueza.

¡Feliz Petición de Ayuda! ¡Feliz Coaching!

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