Relaciones sin conflicto

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La comida de empresa, una cena familiar en el comedor de casa, de copas con los compañeros de oficina o la mesa en forma de “U” en el restaurante seleccionado por la responsable de administración. Son momentos que podemos aprovechar para hablar con unos y con otros, para intercambiar opiniones, para reírnos y para compartir; pero ¿qué ocurre cuando existe tensión entre algunos de nosotros?

Dicen de los humanos que somos animales sociales, por lo que establecer contacto con otros individuos nos proporciona bienestar a distintos niveles, entre los que destaca el emocional; sin embargo, a veces hay situaciones, comportamientos por parte de algunas personas que dificultan el equilibrio de la relación. Puede ser con la pareja, con algún familiar, con los vecinos, con un compañero de trabajo e incluso con alguno de los amigos y/o conocidos que supuestamente hemos elegido.

Hay un principio básico: no podemos caer bien a todo el mundo ni en todo momento; sin embargo, en cada etapa de nuestra vida mantenemos relaciones de diversos tipos con personas que nos aportan posiblemente lo que necesitemos en ese momento. Cada cual tiene sus propias luces y sombras, que mantienen un equilibrio modelado por las normas de conducta de la sociedad en la que vivimos. Por la misma razón que nadie es todo luz, tampoco existe un todo sombra, aunque es a partir de esta última como podemos llegar a conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.

En este sentido, sombras y luces comparten el mismo rango ya que cuando un rasgo o una actitud de otra persona nos “chirría” o, por el contrario, es motivo de admiración por nuestra parte significa que nosotros también tenemos parte de eso que valoramos positiva o negativamente. Estamos ante una herramienta poderosa utilizada en Coaching: la identificación de cómo somos y la razón por la que sentimos empatía en algunas situaciones y con algunas personas.

A veces las sombras de los demás nos “recuerdan” que nosotros somos así, aunque no lo reconozcamos, ésta puede ser la razón que nos lleve a rechazar al otro, o a ser rechazado. Os invito a que cuando sintáis antipatía por una persona os preguntéis qué hay detrás: ¿qué es lo que te molesta, concretamente? ¿a quién te recuerda? ¿en qué otro momento te has sentido así? ¿de quién se trataba? ¿hay algún paralelismo entre ambas situaciones?

Es importante recordar (y entrenar) la evitación del juicio, tanto a nosotros mismos como a los demás; sin juicio no hay condena, por lo que entra en acción otra de las herramientas del Coaching: la compasión inteligente. Se trata de comprender la motivación de la otra persona, las razones de su comportamiento y actitudes, ya que si existe empatía hay entendimiento. Por ejemplo, si alguien se comporta con nosotros de forma tosca e incluso algo aversiva, podemos detenernos en el análisis, en vez de en el juicio. ¿Qué hay detrás? Tomando distancia en ese momento conseguimos que nuestra respuesta sea equilibrada, tranquila, lo que posiblemente favorezca la relajación de la conducta en la otra persona. En ocasiones este detalle es suficiente para mejorar las relaciones.

No obstante, hay ocasiones en las que sólo un gesto no basta, por lo que hasta la empatía tiene un límite. Y es que algunas personas necesitan confrontar sus propias sombras y aprender a conocerse. Hasta entonces, la toxicidad que pueda emanar de la relación con ellas es preciso evitarla. Una fórmula cortés puede ayudarnos a cambiar de escenario: la persona sentada al otro lado en la mesa del restaurante, el compañero de trabajo situado enfrente o ese familiar que no para de contar chistes en la cabecera de la mesa del comedor.

 

 

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