Meditar para vivir mejor

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Atención, compasión, ecuanimidad, serenidad y aceptación son conceptos ligados a la práctica de la meditación la cual, a su vez, puede integrarse en tu día a día, pues sus beneficios son numerosos tanto para tu salud mental, como para la emocional, espiritual o física. De hecho, ya se reconoce el impacto positivo de la meditación en la duración de la vida. ¿Te apuntas a meditar?

 

Desde hace tiempo practico la atención plena en cualquiera de las acciones que llevo a cabo a lo largo del día. Por ejemplo, mientras escribo este texto, llevo mi atención a cada palabra, a cada expresión que voy compartiendo contigo.

En un rato, mientras prepare mi almuerzo, haré lo posible por seguir concentrada en hacer sólo eso: cocinar.

Lo mismo al comer, al leer (estoy releyendo Los pilares de la tierra, de Ken Follet, libro que aprovecho para proponerte como próxima lectura, pues me fascina), al hablar con alguien por teléfono y al ver un programa o un episodio de la serie que me interese en la televisión.

También al ducharme y especialmente mientras me cuido (darme crema, limpiar mi cutis, cortar mis uñas), cuando me maquillo, mientras hago ejercicio o me cambio de ropa.

Meditar no es levitar, sino llevar dicha práctica a las acciones de tu día a día”, dice Javier García-Campayo, médico Psiquiatra y Psicoterapeuta en el Hospital Universitario Miguel Servet, en Zaragoza; “es conducirlo a la perfecta atención de todo lo que se lleve a cabo durante la jornada”.

El autor de Manual de Mindfulness dirige el máster pionero en dicha disciplina, en la universidad de Zaragoza y es el principal investigador del grupo de Investigación “Salud mental en Atención Primaria”, en dicha comunidad.

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Tres tipos de meditación

“La meditación es el entrenamiento de la mente; existen tres tipos: atencionales, donde está englobado el mindfulness, generativas y deconstructivas”, dice García-Campayo, que ha participado recientemente en un coloquio virtual organizado por la Escuela de Inspiración.

Las primeras se centran en el desarrollo de la atención para equilibrar la mente, mediante la serenidad. Las generativas, que se entrenan mediante visualizaciones, buscan generar nuevas habilidades. Este tipo meditativo conlleva la aceptación, la ecuanimidad y el afrontamiento compasivo.

“Para esto último es útil recordar algún momento en el que hayas sentido malestar emocional, contemplando cómo te castigas a ti mismo en tales situaciones”, dice García-Campayo; “supone darte cuenta de que ya sufres por lo que te ha ocurrido, por lo que sería bueno dejar el sufrimiento secundario a un lado”.

Se refiere este experto a una situación en la que, por ejemplo, nos hayan despedido del trabajo. El hecho es de por sí doloroso, por lo que nos propone apartar pensamientos del estilo “no valgo”, “soy un fracaso”, “todo me sale mal” o “nunca conseguiré otro trabajo”.

El tercer tipo de meditación es la deconstructiva, que consiste en darse cuenta de que el yo tiene muchas etiquetas. En este caso, el entrenamiento consiste en recordar una situación de malestar, dándote cuenta de que dicho enojo se produce porque alguien está desafiando alguna de esas etiquetas que te has puesto.

“Se puede afirmar que son tres o cuatro etiquetas las que, al ser puestas en duda, producen el 60% del malestar emocional”, dice Javier García Campayo; “es el caso de que alguien me diga, por ejemplo, que no soy un buen psiquiatra, cuando es ésta una de mis etiquetas”.

Dice este experto que la meditación presenta distintos niveles, “como en un videojuego, la primera pantalla agrupa a quienes no meditan y tiene sus propias reglas”; “éstas irán cambiando según se vaya evolucionando a través del entrenamiento, que dura años”.

Tal y como ocurre con otras prácticas, la de meditar lleva premio, ya que ante la emoción la persona es capaz de mantener la distancia, desidentificándose de ella; se dice “yo no soy esa emoción”, colocándose como observador de sus propios pensamientos y emociones.

Hay también un elemento que García-Campayo considera ineludible en materia de negociación con las emociones: el sentido de la vida, que ha de ser claro; “aumenta tu nivel de resiliencia y te permite hacer frente a las adversidades, reinterpretando como positivo aquello que, cuando te ocurre, puede parecer lo contrario”.

Para este experto, el concepto de sentido de la vida se identifica con el propósito que tenemos para ella o Ikigai; está ligado a unos valores y enfocado hacia una perspectiva. “Este sentido de la vida es fundamental para mantener el nivel de compromiso con el ejercicio de la meditación”, dice el psiquiatra, que para los no iniciados recomienda empezar con una práctica meditativa de veinte minutos diarios, durante tres meses.

“Ya en esas semanas se produce un cambio en la estructura cerebral de la persona que medita”, dice García-Campayo, que propone aumentar hasta los 30 minutos, traduciéndolo a la práctica diaria: “no se trata de meditar durante media hora y luego desconectar, sino de integrar este aprendizaje en las acciones de la jornada”.

Y es que, si se disocia la vida diaria y la meditación, ésta no va a tener los mismos efectos beneficiosos, tales como la aceptación. “Alguien que medita aprende a fluir, no elige, no tiene preferencias, actúa sin expectativas y no por el resultado, ya que este último no depende de la persona”, dice el psiquiatra García-Campayo; “si quiero a mis hijos y ellos, en cambio, no me corresponden, cuando llegue el final de mi vida sentiré satisfacción, pues he hecho lo que tenía que hacer”.

 

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Universitarios con peor salud mental

La salud mental se ha convertido en un tema recurrente en distintos foros; “el perfil del paciente ha cambiado”, dice García-Campayo; “hoy los desafíos provienen de las redes sociales o de los dispositivos electrónicos”.

Según el psiquiatra, “la juventud hoy tiene peor salud mental, ya que han estado sobreprotegidos, por lo que sus expectativas son ilimitadas”; “la generación anterior pusimos el trabajo en el centro, casi sin tener en cuenta a la persona; no obstante, creo que ahora nos hemos pasado de frenada”.

En este sentido, la salud mental depende, en gran medida, de la gestión que hagamos del estrés; “en medicina se admite que el aumento del cortisol altera el sistema neuronal, provocando inflamación que, a su vez, va dañando los órganos a medida que se cronifica”; “por tanto, el estrés está detrás de las enfermedades, incluso la depresión, que es producto de un proceso de inflamación muy lenta”.

La herramienta que permite sanar nuestra mente es la meditación, sea cual sea el nivel en el que te encuentres. Claro que hay quienes pueden argüir la falta de tiempo para practicarla, a lo que este reputado psiquiatra responde: “el tiempo va muy ligado a las prioridades, de nuevo el sentido de la vida”.

Y lo apoya con el relato del leñador: “Un leñador llevaba horas cortando leña; aunque iba a buen ritmo, aún le quedaba otro tanto por cortar. Al cabo de un rato, pasó un vecino y le preguntó si se había dado cuenta de que la hoja de su hacha estaba algo mellada. El leñador respondió que, por supuesto, ya se había dado cuenta aunque, como aún le quedaba tanto por cortar, no tenía tiempo de afilar la herramienta”.

“Así somos nosotros, a veces, sin tiempo para afilar el hacha”, dice el psiquiatra Javier García-Campayo.

¡Felices Meditaciones! ¡Feliz Coaching!

 

 

 

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