La encina

El árbol nos dejó tu recuerdo.

La señal quieta en el asfalto detrás de él
indica con sus flechas blancas,
sobre un azul de mar en calma,
que la vida sigue y gira,
una y otra vez,
sin un final con punto que la pare.

Entre sus ramas que despiertan de la noche,
se deja ver con luz blanca
la estrella que levanta la mañana
regalándote una sombra mezclada
con el color ocre de la tierra,
de tu sierra tan morena,
an cubierta de las huellas, ya invisibles,
de los pasos que han visto al caminar.

¡Qué recuerdo no ha dejado tu árbol!

Nos acercamos a él para sentirte a ti.
Nos acercamos a ti para abrazarle a él,
como si fuerais juntos el mismo sonido de sus hojas.
Un mismo cuerpo nacido de la tierra,
tus cenizas y las lágrimas
mezclándose en caricias.

Ahora queda volver sabiendo que seguirás ahí,
eterno en el centro de los bosques,
campos que te vieron crecer
y que ahora te guardan,
te cuidan.

Con su almohada de silencio nocturno
bajo millones de estrellas.
Con sus sábanas de tiempo y aire,
y donde todo, como en esa señal,
vuelve a comenzar.

La encina. A mi padre.

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