Dentro del patio

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Miro la pared y salto por la ventana.
El blanco de la mañana es
un amanecer dormido
y unas manos en la espalda.

Miro por la ventana y veo la pared
y sus dibujos con sombra de cuerpos
de tu flexo y sin nacer.

Atravesé con filo la distancia
que dejó la tuya para dejarme ver.
Miro el blanco de la mañana
colándose alrededor de ti.

¿Puedo volver a nacer?
Me quedaría con lo puesto
y con tus brazos en mi piel
y con la voz de una canción:
“… Ya lo ves… tú te vas
y yo me quedo aquí.
Y seré la gata bajo la lluvia”.

Ya lo ves,
no pensarlo puede ser
verlo otra vez.

Pienso ahora mismo una palabra
y dejo que la mitad de mí
sea su mitad para poderte escribir
y decir: “A la hora de las velas
cuánto me acuerdo de ti”.

Quiero navegar entre aguas
invisibles y soñadas
dentro del patio negro
que refleja el cielo en su suelo.

Me gustaría volar hacia arriba
y sentir en tus labios
el tacto de las ramas de los árboles
que aún no están plantados,
y quedarme sentado en esa nube
donde no cubre más que la mitad,
sumando un cuerpo entre dos brazos.

Rejas en los tejados de sus ventanas.
¿Para qué?
Nadie salta tan alto y,
si salta, ¿para qué los hierros de esas rejas?

Serán blandos,
serán ceniza cuando al tocarte
sientan que tu parte más sensible
es tan fuerte
que atraviesa con su voz sincera,
sensible y sin llanto
la caja en brazo fuerte
que guardas en rincón.

 

losangelesnosmirandurmiendo.blogspot.com.es

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