Desmontando la efectividad de las dietas milagro

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El catedrático de Bromatología de la Universidad de Barcelona, Abel Mariné, desmonta la efectividad de las llamadas dietas milagro, en su último libro: Dietas. Una inmersión rápida (Tibidabo).

Comer es vital para sobrevivir e incluso puede ser un placer. Pero hay que saber equilibrar el deseo por la buena mesa con la salud. “Comer con emoción, pero regidos por la racionalidad” dice Mariné en su libro. Para redondear la teoría recoge las cinco “eses” de su colega María Carmen Vidal, para quien la alimentación debe ser “sana, segura, saludable, sabrosa y social”.

El libro, que no es un manual con recetas de cocina, aborda
profusamente y con un estilo ágil e inteligible, los efectos benéficos, pero también los nocivos, de los hábitos de alimentación, adaptados además a factores como el sexo, la edad, la complexión física, el tipo de vida… Sigue una regla para no equivocarse: Cuanta más diversidad de alimentos será más fácil que la dieta sea correcta. Sin descalificar las dietas de adelgazamiento, Abel Mariné alerta contra las “dietas milagro” que, parafraseando a Samuel Johnson, considera que “tienen cosas buenas y originales, pero las buenas no son originales y las originales no son buenas”.

Considera que no hay que tener prisa porque los que prometen adelgazamientos rápidos no son eficaces a la larga. En cualquier caso, reivindica el rigor académico y la evidencia científica, lo que hace extensivo a los métodos Montignac y Dukan, altos en proteínas y grasas y bajos en hidratos de carbono porque aparentan un resultado rápido –en realidad hacen perder peso, pero no adelgazan- porque someten el organismo a un estrés metabólico anormal.

El agnosticismo con que Mariné observa las dietas milagrosas lo amplia a los supuestos efecto benéficos de complementos alimenticios como los antioxidantes, omega-3, prebióticos, probióticos, fitoesteroles y polifenoles, cuyos beneficios no tienen siempre “un fundamento suficiente”.

El autor deshace falsas creencias y leyendas urbanas como la necesidad de aporte energético en quienes realizan un esfuerzo intelectual, la existencia de alimentos con efectos afrodisíacos para el sexo, o que los aditivos edulcorantes causan caries. También desdramatiza la obsesión por el nivel de ingesta del colesterol exógeno.

Mariné apuesta por la dieta mediterránea, entre otras cosas también porque ayuda a los agricultores de proximidad y reduce el impacto ambiental del transporte.
Es defensor del consumo moderado de carne, un máximo de 70 gramos diarios, preferiblemente blanca y no procesada, y aconseja moderación con las barbacoas, asados, ahumados y embutidos.

Abel Mariné fija como regla que “el consumo de alimentos de origen vegetal ha de ser superior al de los de origen animal”. Es tolerante con los fritos, cuya exclusión va injustificada si se fríe correctamente y se consumen con moderación, y las conservas, y no considera un factor de riesgo los alimentos ultraprocesados si su consumo es realmente moderado. También alerta contra el abuso del alcohol.

 

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