Escríbele a tu niñ@ interior

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niña interior
Imagen de Artur Aldyrkhanov.

¿Conoces a tu niña interior? ¿Sabes quién es tu niño interior? ¿Has sentido la necesidad de sanarlo? Esa figurita tan tierna representa la parte más inocente, genuina y auténtica de cada uno, por lo que, si la miramos detenida y serenamente, podremos desvelar las heridas y traumas que condicionan nuestra vida de adultos, para curarlas. Desde el Coaching te propongo un ejercicio entrañable: escríbele una carta a tu niña o niño del alma.

 

 

“Querida y preciosa niña interior” es el encabezamiento de mi primera carta a la Silvia chiquita, que tengo identificada en una imagen en la que ella sonríe, esquivando un haz de luz muy mágico.

Está tomada en el campo, un día soleado y Silvia lleva (llevamos) un vestidito de estilo “pichi” muy corto, que deja asomar cuello y mangas de un jersey arremangado. Zapatos estilo Merceditas y calcetines claros completan el atuendo, aunque la mirada se me va siempre a esa amplia sonrisa, a esos ojitos achinados por la mueca de alegría y a ese flequillo que casi alcanza el lazo que recoge una coleta rubia.

La miro y me engancho a esa imagen alegre, vivaz y pizpireta, consciente del ser de luz que evita, echando ligeramente la cabecita hacia su izquierda. Un bombón de niña, vamos. Esa niña soy yo, por dentro.

“Cuando trabajamos con el niño interior, empezamos a sacar y a quitar capas, hasta llegar al ser luminoso que somos”, dice Angélica Otiz-Arrieta, consejera y orientadora familiar; “Ese pequeño nos pide que lo escuchemos, que lo atendamos y nosotros, como adultos, tenemos la responsabilidad de rescatarlo, acompañarlo y sanarlo”.

 

Mírame, aquí estoy

“La niña interior representa aquellos aspectos heridos y olvidados durante la infancia, en las distintas etapas del desarrollo”, dice Otiz-Arrieta, durante una charla virtual con la coach Adina Bunoiu; “quedaron atrapados en el inconsciente y nos lo recuerda”.

Para esta experta, autora de “Mírame, aquí estoy”, publicado hace unas pocas semanas, “es importante ir a esos recuerdos para ver dónde se produjo una situación en la que, por ejemplo, sentimos miedo y nadie nos acompañó, pues tal emoción, cuando se reconecta en nosotros como adultos, provoca reacciones inesperadas”.

“Muchas personas acuden a consulta porque la rabia les desborda y se dan cuenta de que dicha emoción quedó acumulada durante años hasta que, finalmente, les ha superado, al no saber cómo relacionarse con ella”, dice Otiz-Arrieta, que indica que tales momentos suelen coincidir con la crisis de la mediana edad; “una etapa vital en nuestro desarrollo que viene a ser como una segunda adolescencia”.

llorar contigo

Deja a tu niñ@ que llore

Aunque este proceso de reencuentro con la niña interior tiene mucho de intuitivo, hay heridas y acontecimientos que la llevaron a acorazarse, para defenderse, para sobrevivir en el mundo, con lo que nuestra pequeña se va perdiendo. ¿Cómo contactar con ella de nuevo?

“Conviene ir y cambiar ese momento, esa circunstancia, a partir de nuevas conversaciones neuronales”, propone Angélica Otiz-Arrieta; “entonces el inconsciente nos dirá cosas como que, si tú lo crees, yo también, lo que dará lugar a la creación de otra carretera o camino neuronal que, cuanto más se visite, antes anulará el anterior”.

Esta reedición de los momentos dolorosos nos permitirá conocer traumas “que ni siquiera sabías que tenías, por ello hay que destapar el inconsciente, empezando a cocrear tu nueva realidad, lo que deseas en tu vida, para encontrarte con esa parte luminosa”, dice esta experta.

No obstante, Otiz-Arrieta nos invita a dejar llorar a nuestro niño o niña interior, “sabiendo qué parte llora, para luego acogerla y abrazarla”; “Préstale la voz y el lenguaje, ya que el dolor puede haberse producido en una etapa anterior al desarrollo del mismo”.

niña

Para reconectar con ese interior, la autora de Mírame, aquí estoy propone los siguientes pasos:

  • Reconocerl@. “Dile a tu niño o niña interior que estás aquí para atenderla, cuidarla y para que nadie le haga daño, pues la amas profundamente”.
  • Hablar con ella. “Escríbele una carta, pregúntale o realiza alguna de las actividades que te gustara hacer cuando eras pequeña”.
  • Acogerl@. “Acógela y cálmala, consuélala para empezar a sanar desde ahí”.
  • Identificar. “Ver qué creencias instaló tu niño o niña hasta los siete años y con respecto al amor, a las relaciones, a la pareja, frente al mundo y cuál ha sido el modelaje de padres y tutores”; “tales pensamientos pueden generarte conflictos en tu etapa adulta”.
  • Aceptación. “Conviene que aceptes esas partes que rechazas de ti mismo, ya que, si no, el dolor volverá con mayor fuerza, una y otra vez”.
  • Quiérel@. “Es un viaje de regreso a ti, para sanar esas partes heridas que quedaron dañadas; por ello has de ser comprensiva, paciente y amorosa con tu niña”.
  • Integración. “Procura integrar esas partes, haciéndolas crecer en amor, para tener así una nueva concepción de ti misma”.

Habrá ocasiones en las que seamos capaces de ver el niño interior de otras personas; sin embargo, puede que sientan rechazo hacia esa etapa o que, simplemente, no deseen ahondar en el tema, por no ser el momento apropiado. En ambos casos, Angélica Otiz-Arrieta nos propone respetar, pues “no se puede apurar la evolución de los demás”

La citada terapeuta nos da una herramienta para estos casos en los que sintamos la inclinación de intervenir: “Al reconocer al niño del otro y no entrar en su vibración lo que hacemos es transmitirle otra energía que, a su vez, provocará cambios en esa persona, sin menoscabo de que llegue a su epifanía en el momento más adecuado”.

Para quienes habéis llegado hasta aquí, os cuento el proceso iniciado por mí hace tan sólo unas semanas. Consiste en escribirle una nota a mi Silvia más genuina. Lo hago cada vez que ella me lo pide y aprovecho para decirle cuánto, cuantísimo la quiero.

En la página en blanco voy expresando ese respeto, admiración y cariño que la pequeña Silvia me inspira. A veces, me sugiere una pena, que hacemos consciente entre ambas, para que sea posible sanarla y trascenderla. Funciona.

La portada del cuaderno donde voy recopilando esos mensajes lleva su (nuestra) foto. Créeme que, cada vez que la veo, me invade una sensación de ternura, empatía, simpatía y amor infinitos. Deseo abrazarla, protegerla, reír con ella y mimarla.

Y lo hago, cada vez que inicio una de mis (nuestras) cartas, que suelo encabezar así: “Queridísima y preciosa Silvia”.

Por cierto, en este proceso de reconocimiento de mi niña he empezado a identificar qué parte de mí es la que llora. Hay cartas difíciles que me provocan el llanto, aunque lo que me indican las lágrimas es que he reconectado conmigo, lo cual es fabuloso.

¡Felices Cartas a tu Niñ@ Interior! ¡Feliz Coaching!

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