La niña mira
asomando su cabeza
desde el interior del árbol,
piensa en lo que hay por fuera
sin preocuparse en lo que hay por dentro,
la oscuridad la envuelve.
La luz de la luna deja ver su perfil,
sus mejillas sonrojadas
y sus lágrimas dejándose caer
por la corteza de su cuerpo.
El hombre del trapo blanco en la cabeza,
de sonrisa de tiburón,
de barra de incienso
bajo su ventana de madera,
de labios gruesos
y ojos transparentes,
de piel morena y roja,
de azul a su espalda,
camina con sus piernas
por dentro de la pared
y observa lo que no puede ver
a través de una imaginación infinita.
Tu marco,
antes fue una caja de vinos.
Cuerpos enredados
entre las páginas
de un libro de poesías.
Pupila, alas y cadenas,
Navidad y una Margarita,
El claro de tus ojos,
¿Quién constituye mis ideas?
Todo envejece
al tiempo que las líneas de mis manos.
Me quedo con eso oscuro de la madera
después de ser tratado.
Tu rostro, forma de cubo,
labios esperando
junto a tus ojos
entre la claridad del lino
y la caricia lenta de mi mano en tu oído.
Quieres hablar
y en mi mente tus palabras
son mi libertad.
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