Claves para comprender a niños y adolescentes

0
616
padres e hijos

La clave está en el cerebro. En el de ellos: niños y adolescentes. Si como adultos de referencia somos capaces de comprender su funcionamiento, podremos apoyarlos, acompañarlos y estar al servicio de sus necesidades, que no de sus deseos, pues tal es nuestra responsabilidad como padres, tutores o maestros. Es la tesis del psicólogo Rafa Guerrero, que te propongo descubrir aquí, desde el Coaching.

 

Cuando tu hijo te dice que no le apetece recoger la habitación o no quiere ir a bañarse al llegar la hora acordada; si tu hija muerde a alguna de sus compañeras o empuja a otra niña en el centro escolar. Si, ya de adolescente, da un portazo, responde con una mala contestación o decide no salir de su dormitorio y reunirse con el resto de la familia. ¿Qué está pasando?

¿Te suenan estas situaciones? Porque tienen su explicación, pues se trata de etapas en las que se produce la reorganización, una actualización o “reseteo” en sus cerebros, constituyendo oportunidades extraordinarias para que los adultos logremos acercarnos a ellos y volver a conectar.

“Como adultos referentes de niños y adolescentes somos moldeadores de cerebros”, dice Rafa Guerrero, psicólogo experto en el desarrollo cerebral infantil y juvenil; “Somos fundamentales en ese proceso de desarrollo de sus mentes, cuando establecen las conexiones”.

Según Guerrero, tales conexiones empiezan en el periodo prenatal, “es cuando se dan esos primeros chispazos emocionales y neuronales y es entonces cuando se inicia la relación y el apego”; “Este vínculo se da en el vientre materno y, gracias a dicha conexión, se producirá la evolución de su desarrollo cerebral”.

Este proceso parte desde los 300 gramos que pesa el cerebro de un bebé hasta los 1.200 gramos del adulto, no obstante, cuadruplicar su tamaño no es tan relevante como el número de conexiones que se vayan estableciendo en su interior.

“Satisfacción de necesidades, normas, límites, cariño, comunicación y sobre todo el amor son fundamentales, ya que constituyen el combustible que hace crecer y desarrollarse al cerebro”, dice este experto en Inteligencia Emocional y en trastornos del aprendizaje, que ha participado en la cuarta edición del congreso virtual Montessori, organizado por el equipo de Tu guía Montessori.

“Somos los arquitectos de los cerebros de nuestros niños y, en función de cómo hagamos nuestra tarea, al llegar a adultos conseguiremos que estén sanamente conectados, que no lo estén o incluso que lo estén, aunque de manera insana, es decir, el resultado de ello es la salud emocional del futuro adulto, o lo contrario”, dice Guerrero.

Una de las características más destacadas del cerebro es la plasticidad, capacidad con la que contamos durante todo nuestro ciclo vital, si bien es tanto mayor cuanto más pequeños seamos.

Se ocupa de adaptarnos a todos los obstáculos que se nos presentan día a día; “En situaciones en las que los adultos sentimos miedo por los niños, al pensar que no serán capaces de adaptarse a una nueva situación, lo que estamos haciendo, en realidad, es proyectar nuestros propios miedos”, dice Rafa Guerrero.

Imagen de Robina Weermeijer.

El parchís cerebral

“Es importante que los adultos comprendamos el funcionamiento del cerebro, aunque sea de manera muy básica”, dice Guerrero, autor de Los cuatro cerebros de Arantxa donde, de manera didáctica, explica al lector infantil las áreas cerebrales y sus funciones mediante un código de colores.

Este modelo pedagógico, que puede recordarnos el parchís, el popular juego de mesa, divide el encéfalo en cuatro zonas o cerebros, cada cual con su correspondiente color: rojo, verde, azul y amarillo, correspondiendo su desarrollo a ese mismo orden.

  • Cerebro rojo. Engloba el tronco encefálico y el cerebelo. Está en la zona más baja y se ocupa de las necesidades fisiológicas de la persona; por ejemplo, “de la importancia de estar hidratado, alimentado, de la protección física o del descanso”, dice Guerrero, quien ha asignado a Coco, un cocodrilo, como habitante de esta área cerebral en el libro antes citado.
  • Cerebro verde. Se sitúa justo encima del rojo, en el centro del encéfalo y bajo el área conocida como cuerpo calloso. Se ocupa de las necesidades emocionales y sociales; “Es un cerebro emocional, donde sentimos el apego y de la que dependen los vínculos y las relaciones, si bien nuestras emociones no se regulan desde este cerebro, pues en éste sólo las sentimos”. El cerebro verde está habitado por Rati, una ratita.
  • Cerebro azul. Se sitúa en la parte trasera del neocórtex. Se ocupa de las necesidades cognitivas; es donde se almacena la información, el lugar de la memoria a largo plazo. “Alberga los pensamientos que tenemos los cuales, a veces, nos hacen mucho daño”, dice Guerrero, que explica que aquí es donde reside el mono Data.
  • Cerebro amarillo. Representado por Bali, que es como el director de orquesta. Ocupa la parte delantera del neocórtex y, aunque no se ocupa de necesidades concretas, es responsable de gestionar a los otros tres cerebros, por lo que se ocupa de los procesos de planificación, del control de impulsos o de la concentración.

“Este cerebro se encarga de dar entrada a las diversas necesidades”, dice Rafa Guerrero; “De dar prioridad a unas o a otras, resolviendo conflictos que muchas veces se dan en nosotros mismos”.

“Cuando le decimos a nuestro hijo que recoja la habitación, aquí entraría el cerebro azul, el de la información; aunque nos responde que no le apetece, que es lo que siente en ese momento y, por tanto, es la prioridad del cerebro verde”; “el cerebro amarillo de nuestro hijo será el que dé entrada a uno u otro”.

“Los mejores resultados se producen cuando somos conscientes de nuestras necesidades fisiológicas, de lo que sentimos, de las relaciones que tenemos con los demás, de lo que sabemos y no sabemos y todo ello bien coordinado”, dice este experto, para quien lo más relevante son las necesidades de los niños.

“Aunque los adultos solemos anteponer nuestra comodidad, con un despliegue de prejuicios y estereotipos que nos llevan a agrupar, encasillar y clasificar por gustos o edades, lo cual, a su vez, nos resta humanidad, pues somos mucho más que la pertenencia a un grupo determinado”.

necesidad de sus hijos

Los hijos y sus necesidades

Dice Rafa Guerrero que, como sociedad, damos excesiva importancia al cerebro azul, el de los pensamientos e ideas, el de la memoria y los datos, por lo que “nos estamos olvidando de los aspectos relativos al autocuidado, tales como el descanso, el ejercicio físico o una alimentación correcta (cerebro rojo), de otros relacionados con la sociabilidad, de aceptación y legitimación de las diversas emociones que experimentamos (cerebro verde) e incluso tampoco le damos la importancia que merece al gestor (cerebro amarillo)”.

¿Cómo podemos aplicar esta funcionalidad cerebral para mejorar la relación con nuestros hijos pequeños y púberes? Desde el Coaching te propongo los siguientes puntos, de la mano del psicólogo Rafa Guerrero:

  • Cómo ser mejores padres y madres. “Para educar mejor es imprescindible conocer el funcionamiento cerebral de nuestros hijos, aunque sea de manera básica”, dice este psicólogo.
  • Atender a los niños según sus necesidades. En la línea del sistema educativo Montessori, los adultos estamos al servicio de las necesidades de los niños, “lo cual no es estar al servicio de sus deseos, que es bien diferente”, apostilla Guerrero. Es la base de una educación consciente y respetuosa.
  • La persona adulta es responsable de la regulación del niño. Cuando éste pega o muerde a otro, tal conducta no significa que sea un niño “malo”, sino que siente una rabia que le empuja a hacer tal acción. “Por supuesto que lo que siente ese pequeño explica, que no justifica, su conducta”, dice Rafa Guerrero; “sin embargo, como adulto, he de comprender que en ese momento el niño no tiene suficientemente desarrollado su cerebro amarillo, por lo que aún no puede identificar la rabia, gestionarla, controlar el impulso y evitar ese acto de agresividad”.

“Como adultos hemos de comprender, evitar la justificación y explicárselo al niño, para que se dé cuenta”.

  • Modelo de los buenos tratos. Gracias al amor y a la mirada incondicional se logra que el cerebro infantil se vaya desarrollando, estableciendo conexiones imprescindibles. “Conectar con nuestros niños, entender sus necesidades, cubrirlas y saber decir que no en determinados momentos es fundamental para el desarrollo de dichas conexiones”, dice Guerrero.
  • Existen matices que distinguen los cerebros de una niña y de un niño. “A este último le llama más la atención todo lo mecánico, los artilugios y los coches, mientras que las niñas sienten mayor inclinación hacia el rostro humano, por lo que dedican más tiempo a mirar las caras”, dice Rafa Guerrero, para quien “educativamente se produce un proceso que no hace sino confirmar y enfatizar esto mismo”.

No obstante, este experto destaca ciertos matices, tales como que la mujer es más empática, al tener un funcionamiento más global a nivel cerebral, dándose las conexiones entre ambos hemisferios, “mientras que al hombre le cuesta más el lenguaje emocional, teniendo mayor conexión dentro de cada uno de los hemisferios”.

“Como seres humanos que somos, a pesar de existir diferencias, son más numerosas las coincidencias”, dice Guerrero.

  • Adolescencia como oportunidad. En esta etapa se produce un proceso de reorganización cerebral, en la que, siguiendo la tesis de Guerrero, impera el cerebro rojo; “de ahí su impulsividad y emocionalidad, dado que los cerebros azul y amarillo se están reorganizando”, dice este experto; “se comporta así, no es que sea así”.

“Si el adulto entiende qué está ocurriendo en el cerebro de su hijo adolescente, podrá comprenderlo mejor y, al sentirse comprendido, su acercamiento será cada vez mayor”.

Una vez que el cerebro amarillo alcance su desarrollo, será cuando el adolescente podrá controlar sus impulsos y afectos, “empezará a ser consecuente con lo que ha dicho o ha dejado de decir”.

  • Hacer el duelo. “Padres y madres de adolescentes han de hacer algo difícil, como es enterrar al niño o niña que un día fue, para dar la bienvenida al adolescente que es ahora”, dice el psicólogo Rafa Guerrero; “se trata de hacer un duelo que es doloroso y, aunque el hijo volverá, lo hará en otro formato”.

Para Guerrero, la clave está en que, como padres, es preciso actualizarse a las necesidades de ese hijo que ahora tiende a la autonomía y que, de igual modo, se está actualizando.

Entender esto “nos va a permitir construir una relación diferente con nuestros hijos adolescentes y, aunque el portazo o la mala contestación estarán ahí, ya no será lo mismo”.

Si has llegado hasta aquí, te dejo uno de los principios del decálogo “Los niños aprenden lo que viven”, de la asociación Fillium: “Si un niño vive con aceptación y amistad, aprende a hallar amor en el mundo”.

 

¡Felices Comprensión y Mirada Incondicional! ¡Feliz Coaching!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí