15 claves para alcanzar la serenidad en tu vida

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Son 15 las claves que nos proponen los autores de este libro: Equilibrio Interior (Editorial Kairós), Feliciano Mayorga y Coral Revilla. Una obra eminentemente práctica en la que encontramos las herramientas que hemos de utilizar para llegar a vivir con serenidadDos disciplinas, complementarias e igualmente esenciales en la vida, se unen en este libro. La filosofía (Mayorga) y la psicología (Revilla) se dan la mano para mostrarle al lector el camino que les lleva a encontrar la serenidad. Y lo hacen a través de claves concretas, pautas prácticas para conseguir ese objetivo último que nos haría disfrutar mucho más de la vida, apresar cada uno de los minutos. Claves sobre las que hablamos con los autores. 

 

¿Cómo ha sido la experiencia de escribir este libro a dúo, que a priori puede parecer una tarea más complicada?

F.M. En principio sí puede ser más complicado el poner de acuerdo a dos personas sobre un mismo tema, máxime cuando se trata de personas de disciplinas diferentes. Pero esa complicación forma parte del interés y de la aventura de haber escrito este libro, y entendemos que es mucho más rico al hacerlo de esta  manera. Es  más costoso de hacer pero, finalmente es más interesante para el lector. Hemos primado eso, hemos buscado la transversalidad. A veces primando la profundidad de la filosofía y otra veces el análisis y la practicidad de la psicología. Yo creo que el lector se va a identificar con ambos, con esa síntesis entre lo filosófico y lo psicológico, porque cada uno tenemos esas dos partes.

 

C.R. Efectivamente ponerse de acuerdo para escribir no es lo mismo que escribir tú solo, pero es cierto que se sacan muchas conclusiones interesantes desde puntos de vista diferentes. En el libro se percibe esa doble visión, porque además yo creo que es necesario también coincidir en cómo aplicar todo lo que aportamos a la vida de cada persona. Hablamos de serenidad pero sobre todo de cómo aplicar esas claves en tu vida.

 

Saber diferenciar lo que depende de nosotros y lo que no, nos evitaría mucho sufrimiento

 

Dependiendo de muchas circunstancias personales, de la forma de ser, de la forma de estar en el mundo, son muchos los factores que pueden romper la serenidad. ¿Cuáles son los más comunes o los más significativos?

F.M. Es una pregunta difícil de sintetizar y es muy peligroso, a un filósofo, hacerle preguntas tan amplias (ríe) porque puede coger el hilo y no terminar nunca. Pero, sintetizando mucho, algunas de las cosas que más nos hacen sufrir son la búsqueda de deseos imposibles y los temores irracionales. Es decir, intentar proyectar nuestros deseos y nuestros temores sobre el campo de lo que no podemos controlar. Esto es algo de lo que más nos hace sufrir, porque el 80 % de nuestra energía mental la malgastamos en sufrimientos inútiles y en deseos imposibles. Otro problema es la incapacidad de disfrutar de lo que tenemos. Tener siempre nuestra atención y nuestro foco en aquello que no tenemos, en lo que nos falta, lo que nos condena a ser unos permanentes insatisfechos. Y la tercera causa es la mala relación que mantenemos con nosotros mismos, el no querernos a nosotros mismos, el maltratarnos. Si pudiésemos darle voz a las palabras que nos decimos, al modo en el que nos oprimimos a nosotros mismos cuando nos equivocamos, cuando no conseguimos las cosas que queremos, veríamos que mantenemos una relación de verdadero maltrato con nosotros mismos.

 

C.R. Yo diría que en primer lugar rompe nuestra serenidad no saber gestionar las emociones. A veces nos asustamos de emociones que son desagradables, que también las hay. Nos asustamos o no queremos verlas o por creer que es algo que nos va a desequilibrar no queremos mirar ahí. No nos han enseñado a gestionar las emociones y hablo de todo tipo de emociones. Y también el no saber desactivar muchos pensamientos desadaptativos, eventos adversos o un trauma incluso. No es lo mismo el dolor que se produce tras un trauma o una situación difícil, que es lógico, que la representación de lo ocurrido que hacemos cuando pensamos en lo ocurrido. Y, por último, añadiría los entornos en los que vivimos que no nos equilibran precisamente. Primero vivimos en una época dominada por la enfermedad del tiempo, por la cronopatía, lo que nos lleva a ir corriendo de un lado para el otro, lo que nos desequilibra. Y vivimos sobreestimulados. El otro día leía que recibimos 6.000 impactos publicitarios al día. ¿Cómo vamos a estar? (Sonríe). Resumiendo, te diría que las emociones, los pensamientos y determinados entornos.

 

Tener siempre nuestra atención y nuestro foco en aquello que no tenemos nos condena a ser unos permanentes insatisfechos

 

En el libro aportáis 15 claves para poder vivir en equilibrio. ¿Cualquier edad es buena para ponerlas en práctica, o la madurez es un obstáculo para hacerlo?

F.M. En principio las 15 claves son casi de sentido común. Otra cosa es que, como ya sabemos, el sentido común es el menos común de los sentidos. Prácticas como aprender a perdonarse, como reírse de sí mismo, convertir la adversidad en tu propio maestro, frecuentar entornos serenos, vivir con lentitud… hablamos de una serie de prácticas que cualquier persona de cualquier edad puede ejecutar. Pero, es verdad que la edad añade un elemento diferencial, y lo hace en sentido positivo. El psicólogo Yun decía que en la vida de las personas había dos grandes edades: hasta los 50 años y a partir de esa edad. Él decía que en la primera parte nos movemos por deseos egocéntricos y en la segunda parte de la vida, cuando ya hemos conseguido todo lo que deseábamos y nos hemos dado cuenta de que no merecían la pena o no nos han dado la satisfacción que esperábamos, es cuando empieza la parte más interesante de la vida. Es en esa segunda parte de la vida cuando uno puede descubrir quién es realmente y qué es lo que realmente merece la pena. Lo que se pierde en capacidades físicas, la vida nos lo devuelve en sabiduría. Es el momento de, en vez de dedicar el tiempo a la nostalgia de lo que no pudo ser, hay que comprobar que tenemos una perspectiva de la vida que nos queda que tenemos el derecho y el deber de disfrutar.

 

Poniendo en prácticas estas claves, cambiando yo personalmente, ¿puedo llegar a cambiar mi entorno?

C.R. Sí, porque todo empieza por estar bien nosotros mismos. Si estamos serenos y tranquilos lo vamos a trasmitir a nuestro entorno. Es muy importante el equilibrio personal, conseguir la serenidad, no solo para nosotros sino para los que nos rodean. La sociedad la formamos todos.

 

Con el riesgo que tiene siempre generalizar, ¿qué clave es por la que debemos empezar a cambiar?

C.R. Yo partiría de la importancia de comprometerse con la serenidad. Y por hablar de una de las técnicas, que era de las más importantes para los estoicos, empezaría por saber diferenciar lo que depende de nosotros y lo que no. Esto nos evitaría mucho sufrimiento. Nuestra energía psíquica es limitada, y si dedicamos nuestro tiempo a querer cambiar lo que no podemos cambiar, es gastar una energía inútilmente. Pero, sin embargo, si esa energía la trasladamos a lo que realmente si está en nuestras manos, tendríamos una vida mucho más feliz. Lo que no podemos controlar solo hay que soltarlo. Es algo que nos ayudará ante muchos problemas de la vida.

También en esas claves habláis de la risa. ¿Cuál es realmente su poder?

C.R. Freud ya decía que reír era una forma de liberarte de emociones negativas. Y creo que llevaba razón. La risa, muchas veces, suaviza los baches de la vida, nos ayuda además el reírnos de nosotros mismos, de la importancia que nos damos. La risa ayuda a generar hormonas del bienestar, la dopamina y las endorfinas, lo que nos hace sentirnos muy bien. No es esta una técnica reciente. Ya en el antiguo imperio chino tenían templos a los que la gente iba a reír, porque entendían que era algo muy sano para ellos. Incluso en alguna cultura tribal se contaba con el payaso sagrado, que era como un hechicero que utilizaba la risa para curar a los guerreros, es decir, que no es nada nuevo. Aunque es verdad que, con el tiempo, hemos perdido la capacidad que todos tenemos de reírnos. Fíjate, los niños ríen hasta 400 veces al día y los adultos solo de 10 a 15 veces. ¡Todo lo que hemos perdido! Es cuestión de recuperar todo eso.

 

 

 

 

 

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