Crea tu mantra

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¿Cómo te hablas a ti misma? ¿Conoces cuáles son tus fortalezas? ¿Sabes qué podrías mejorar? ¿Te juzgas muy a menudo? ¿Te siente bien tal y como eres, o deseas mejorar algún aspecto? ¿Qué lenguaje usas para hablarte? ¿Piensas que se podría mejorar? Desde el Coaching te propongo la herramienta de la afirmación, mediante la que podrás crear tu propio mantra de vida.

“Cuando somos niños, alguien lleva la vida por nosotros, lo que nos contacta con un lugar muy cómodo, donde dejamos que las cosas pasen; se nos queda este eco, el hecho de ser responsables pero que a ver si alguien me resta algo de ese peso”, dice José Manuel Sánchez, socio del Centro de Estudios del Coaching (CEC); “Lo llamamos suerte y se expresa en que alguien me quite carga; sin embargo, estoy a la espera de que la vida me dé, no tengo libertad, no puedo ir a ningún sitio; por eso hemos de confrontar nuestras propias responsabilidades”. Y es que, según este coach, “si me hablo como una víctima mi capacidad de acción baja”.

Miriam Ortíz de Zárate, coach y cosocia en CEC, abre el turno de autopreguntas: “¿Cómo me quiero hablar? ¿Qué tipo de conversación deseo tener? Me doy cuenta y transformo ese discurso, pasando de cruel a bondadoso”. “El cerebro tiende a automatizar procesos, por lo que con entrenamiento en varias semanas se puede transformar, ya que poco a poco mis conversaciones internas se irán transformando”.

Construir una afirmación

Es en este punto donde pivota un hecho fundamental, como es el lenguaje con el que me expreso a mí misma, con el que me digo. Y lo que me digo. En Coaching una afirmación es un axioma de bienestar emocional, un mantra capaz de activar nuestra motivación. Sin embargo, ha de construirse con esmero, teniendo en cuenta nuestras necesidades, retos, logros y habilidades. La razón reside en que se trata de una frase que pronunciaremos, nos diremos, al comienzo de cada jornada, o en el momento que nos resulte propicio.

El hecho de repetirla implica que lo que me diga:

  1. Que sea positivo, enriquecedor, para ti.
  2. Que sea sincero, para favorecer tu identificación.
  3. Que sea realista, que te lo creas.
  4. Que sea conciso, fácil de memorizar.
  5. Si es posible, que contenga uno de tus valores, para activar tu motivación.
  6. Que apele a alguna de tus fortalezas.
  7. Evitar el término “no” ya que, según algunos expertos, la palabra “no” es inexistente e ininteligible para nuestro cerebro, que interpreta justo lo contrario. Por ejemplo, si digo “no deseo tener miedo”, nuestro cerebro leerá “deseo tener miedo”
  8. Te propongo la siguiente estructura:

Forma verbal (en primera persona singular del presente de indicativo, por ejemplo, “soy”) + Sintagma en el que te describas como persona (por ejemplo: “un hombre” o “una chica”) + Término referido a una cualidad, habilidad o fortaleza (por ejemplo: “valiente” o también “graciosa” o “sincero”) + Forma no personal del verbo (gerundio) a la que se añade un pronombre personal en primera persona (me), por ejemplo: “sintiéndome” o “proponiéndome” + Sintagma que complete la acción en un tiempo y/o en un espacio (por ejemplo: “mejor todas las mañanas” o “el logro de mis retos cada día”.

  1. Una vez elaborado, te invito a memorizar tu afirmación, a que te sitúes ante un espejo y que la repitas creyendo en ella, sintiendo que te dice algo que te empodera, que te ayuda. Te invito a que sientas en ti tu afirmación, que te resuene, que creas en ella.
  2. Entrenamiento: te propongo que te repitas la afirmación cada día; al principio, te invito a que lo hagas cada vez que te acuerdes. Luego, bastará con una vez cada día. Puedes escribir en tu Diario Coaching qué sensaciones vas experimentando, cómo te sientes y en qué aspectos te ayuda.

 

Cómo me hablo

Para la construcción de tu afirmación puede serte útil tener en cuenta la propuesta de Esther Ramos, coach experta en lenguaje: “Os propongo un gimnasio lingüístico, para entrenar en casa; acciones como las de escúchate, estate presente; date cuenta de tus palabras, de qué es lo que encienden y apagan, de aquellas que huelen a limpio; párate, enlentece tu comunicación, averigua cuál es tu RAE”, dice, en alusión al diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero en versión emocional; “para ello, cortocircuítate, elige las palabras para decir ahora y en el futuro, amplía tu vocabulario, pronuncia y aprende nuevos términos, para que tu lenguaje sea potente; en definitiva: conéctate a tus palabras”.

“Las emociones positivas y negativas se generan en los mismos circuitos neurológicos, por lo que no se pueden dar a la vez y reina la de mayor intensidad”, nos recuerda Esther Ramos, quien considera que las palabras “nos dan el poder para bajar el volumen de la parte negativa, para lograr que el placer supere el dolor, por lo que la palabra que te digas será la que oirás”.

Esta experta considera que “el uso limitado del vocabulario reduce la experiencia, la vida emocional, puesto que las palabras que cada uno usamos no son las experiencias mismas, sino la representación subjetiva de la experiencia por parte de cada uno; respiración, ritmo cardíaco y las expresiones varían y si la situación me cortocircuita, se disminuye la sensación emocional negativa; se trata, por tanto, de interrumpir el impulso hacia el enfado, sustituyéndolo por palabras; por ejemplo, poner el concepto poquito ante un término negativo”. Porque aún cuando “el enojo es una emoción útil, si nos hacemos adictos a él y nos quedamos ahí resultará tóxico para uno mismo”.

La coach Ortíz de Zárate dice: “respirar y conversar son acciones que hacemos continuamente, la mente está en una constante emisión, conversación, con todos y con nosotros mismos; ¿Cómo influye en mi salud y bienestar la manera en la que me hablo?, ¿Qué mensajes nos decimos? ¿Qué personaje tengo dentro? ¿Soy cruel, soy exigente, me regaño, soy benevolente? Por ejemplo, cuando no consigo lo que quiero, cuando cometo un error, puede que me diga: ¡ay qué tonta, ya te has vuelto a equivocar!”

“Nos hablamos a veces en segunda persona, como si hubiera dos seres dentro de una, un juez que nos exige; ante esto invito a preguntarnos ¿cómo cambiaría nuestra vida si fuéramos capaces de modificar el introyecto, esto es, la integración de conductas, conceptos y normas del exterior? ¿Qué cambiaría en mi vida si me llevara bien conmigo? ¿Y si fuera amable, bondadosa, compasiva conmigo misma? ¿Hablo así a las personas a las que aprecio?”, se pregunta y nos pregunta Miriam Ortíz de Zárate, del CEC.

Para aquellos que han llegado hasta esta línea, os doy un regalo: “Soy una mujer auténtica, queriéndome más cada día” es mi afirmación, un mantra que me repito cada mañana y que tiene la virtud de hacerme apreciar quién soy, dónde estoy y cómo soy.

¡Feliz Mantra! ¡Feliz Coaching!

 

 

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