«Detrás de todas las emociones siempre hay algún tipo de amor»

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La educadora, terapeuta y asesora pedagógica Eva Bach, acaba de publicar con Plataforma Editorial el libro Cómo cuidar la salud emocional. El él descubrimos, como afirma convencida, que detrás de todas las emociones, de las menos agradables incluso, “hay algún tipo de amor”, porque enseñan el camino que lleva al equilibrio. Este es un libro en el que nos ofrece 100 herramientas para calmar las emociones difíciles. Y no habla de emociones buenas o malas, sino “difíciles, porque lo positivo o negativo no está en la emoción sino en lo que hacemos con ella”.

 

¿Para quién has escrito este libro? ¿A quién puede ayudar?

Lo he escrito pensando en cualquier persona que esté interesada en llevarse mejor con esas emociones difíciles, o ingratas, que inevitablemente la vida nos trae en algún momento. Y ahora, después de lo que hemos vivido, parece que la vida nos trae más emociones así. También lo he escrito para quien tenga alguna responsabilidad educativa con niños o con jóvenes.

 

¿Cuánto cambiaría la historia si, desde pequeños, nos enseñaran a gestionar nuestras emociones, si nos dieran pautas para entender el peso que pueden llegar a tener en nuestra salud física y emocional?

Pues cambiaría mucho, porque hablar de emociones es hablar de uno de esos temas en los que, con poco que hagas, el cambio se nota muchísimo. Imagínate formarse para llevar a cabo el mejor manejo y la mejor gestión de todo el mundo interior, que no se ve pero que está y que muchas veces es la causa del sufrimiento que padecemos, tanto interno y silencioso como en las relaciones con los demás. Si vamos entrenándonos desde que nacemos, tanto en la familia como en la escuela, está clarísimo que disponemos de una serie de competencias que habremos desarrollado que nos van a facilitar muchísimo el camino.

 

Eva, ya en la portada del libro hablas de emociones “difíciles”. ¿Por qué no diferencias entre buenas y malas?

Sí, siempre he rechazado esta clasificación de positivas y negativas. Siempre he pensado que lo que es positivo o negativo no es la emoción en sí, sino lo que hacemos con ella, y a partir de ella. Hay usos neuróticos e insanos, incluso de las emociones que se consideran positivas, de la alegría, del amor. Y hay usos saludables de las emociones que algunas personas pueden considerar negativas, como son la tristeza, la rabia, el miedo. A mí estas emociones me han enseñado tantas cosas, me han dado lecciones tan valiosas sobre mí, sobre la vida, sobre algunas actitudes que a veces hay que tener aunque te cuesten, que se me hace imposible llamarlas negativas. Y de hecho tenemos ejemplos de por qué la tristeza puede ser bella, puede ser reparadora. La rabia nos puede ayudar ante la injusticia para preservar nuestra dignidad y la de las otras personas. O cómo el miedo nos puede proteger.  Por tanto, llamar negativas a estas emociones me parece que no es muy adecuado.

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“Lo que es positivo o negativo no es la emoción en sí, sino lo que hacemos con ella”

Hablas de “emociones ni en exceso, ni en carencia, sí suficientes. ¿Dónde está el equilibrio?

Ahí está la dificultad, porque no nos lo marca ningún baremo. Las emociones y su manera de sentirlas cambian totalmente de unas personas a otras y puede cambiar incluso dependiendo de las relaciones y los entornos. Por ejemplo, el amor, la expresión del amor o de la rabia, cada uno los tolera de una manera diferente. A alguien le pones una mala cara y ya se muere del susto, y en cambio a otra persona le puedes decir incluso algo desacertado yno se asusta tanto. Eso es suficiente. Tiene que ver con cada emoción, con cada persona, con cada situación y con cada relación. Sin embargo, sí que es verdad que hay un punto de equilibrio para cada persona que más o menos vamos a saber, incluso por indicadores corporales y si observamos un poco el entorno.

A medida que vamos leyendo el libro iremos descubriendo las 100 herramientas que nos ofreces. Pero ¿por dónde empezamos? ¿Cuál es la herramienta más eficaz para arrancar?
La herramienta más eficaz para arrancar y la que tenemos más a mano son las herramientas verbales. En el libro aclaro que son las más conocidas, más utilizadas, que no tiene que significar que sean las únicas. Hablo de cómo una conversación con otra persona es capaz de hablar de lo que sentimos. Los soliloquios o monólogos en voz alta y  su poder para desahogarnos. El darnos consignas a nosotros mismos. El hecho de, a veces, simular conversaciones que sabemos que no vamos a tener ,y no podemos tener en ese tono o en ese o en esos términos. Pero nos sirve para desahogarnos. Las dramatizaciones, los cuentos, la fantasía, las metáforas de llevar un diario emocional, escribir sobre lo que nos pasa, la escritura creativa, la lectura. Hay tantas y tantas herramientas verbales que nos ayudan, que de entrada, para empezar y por decir algo fácil, diría que por aquí, desde luego.

 

Otra de las herramientas que propones, y que a mí más me ha llamado la atención, son unas cartas de amor que escribes a diferentes emociones. ¿Cuál es el poder de estas cartas?

Sí, esto es algo que está gustando muchísimo. Y me están diciendo que está ayudando a entender qué pasa con estas emociones en un sentido profundo, qué significan, qué mensaje nos traen, que nos invitan a conocer y a ver de nosotros mismos. ¿Por qué lo hago? Pues porque en este momento ya de mi vida, después de muchos años de dedicarme a la educación emocional y de haber pasado yo misma, por procesos personales que también han requerido de una reorganización y reestructuración de mi propio mundo emocional, he descubierto que (sonríe)… y esto es un spoiler, que detrás de todas las emociones siempre hay algún tipo de amor, siempre está el amor de alguna intensidad, en alguna modalidad. De alguna manera está ahí latiendo el amor, que es la necesidad de ser queridos, de ser reconocidos, de ser escuchados, de ser atendidos, de cuidarnos y de que nos cuiden. El amor entendido así en un sentido muy amplio. Yo les escribo y les digo evidentemente algunas que me gustan muy poco y que me cuesta más que a otras creerlas, pero que sin embargo me han enseñado muchas cosas, y que si las miro con otros ojos, veo su parte más amable y su parte más amorosa, aunque insisto, no me resulten gratas ni fáciles muchas veces.

 

Eva Bach¿Por qué y cómo anclar una emoción?
Anclar una emoción es un recurso que puede servirnos cuando estamos pasando una situación difícil, para reconectar con esas emociones agradables que hemos anclado. Hablo de anclajes emocionales como una tipología de recursos. Uno de los ejemplos más sencillos y más utilizados es para casos de ansiedad, por ejemplo, cuando alguien va a hablar en público y en el momento en que sale ante un escenario piensa que no va a poder, que no va a saber y se queda en blanco. Pues, haber anclado una emoción agradable en un momento de calma, de un momento de confianza en uno mismo, de un momento en que las cosas salieron bien, de un momento en que pudiste, te ayudará. ¿Esto que quiere decir? Recrearlo, visualizarlo con todo lujo de detalles sensoriales y emocionales, y realizar esa visualización varias veces, incluso hacerte algún tipo de anclaje táctil visual, si puede ser con alguna música que recuerdes. Y entonces, en ese momento en que te sobrepasan los nervios, tú recreas esa emoción anclada, y te puede ayudar a tranquilizarte muchísimo.

 

Una vez que anclamos esa emoción, ¿podemos anclar otra que no nos hace tanto bien?

Sí, lo mismo también lo explico en el libro. De hecho, cuando hablo de anclajes hablo de tres tipos de anclajes. Uno es el anclar emociones agradables del pasado. Otro es anclar emociones desagradables del pasado, que también tiene una técnica. Y finalmente, también anclar emociones agradables futuras, que esto ya tiene que ver con aquellos proyectos que estamos emprendiendo, con aquellos sueños y cómo queremos o cómo nos gustaría que esto fuera en nuestra vida. Podemos visualizar esas emociones futuras que, en cierta forma, nos dan un impulso y materializan un poco más dentro de nosotros todo esto que todavía está por llegar.

 

Antes de terminar, solo una sola cosita. El prólogo que has elegido reza: “El miedo a la vida es miedo a las emociones. No tememos los hechos, sino que los hechos nos hacen lo que lo que nos hacen sentir”. ¿Por qué acabar con esta cita de David Hawkins?

Sí, termino dándole la vuelta a esto. Y realmente es así. El miedo a sentir es miedo a la vida. Es el sí a sentir. Es un sí a la vida. Incluso cuando eso que sentimos es ingrato o doloroso. Por lo tanto, hay que aprender a escuchar, a expresar, a calmar y a integrar, aceptar o transformar aquello que sentimos. Porque esto es aprender a vivir, aprender a amarnos y sin duda alguna, aprender a amar la vida, porque vale la pena a pesar de las penas.

 

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