Su conducta puede ser retadora, desafiante, malhumorada, hiriente e incluso rayana con lo que se considera la mala educación, aunque resulta que estos comportamientos pueden ser los de nuestros sobrinos, hijas o nietos, quienes han llegado a esa edad tan temida e incluso denostada como es la de la adolescencia, ¿te suena familiar?
“Si tienes hijos de once o más años he de decirte que la educación se terminó”, dice Diana Jiménez, psicóloga experta en Disciplina Positiva; “Pues lo que había que hacer, o bien se hizo, o bien se debería haber hecho, así que ha llegado el momento de influir”.
Durante una reciente clase magistral virtual, Jiménez nos alerta a propósito de las comparaciones: “La personalidad se va formando durante los tres primeros años de vida, después vamos madurando, buscando encajar y pertenecer, para llegar a ser adultos con escasos recuerdos de la infancia y pequeñas brechas que condicionan nuestra relación con los demás”.
“A estas brechas se añade ahora que somos padres de adolescentes y lo que sale natural es comparar, buscar similitudes, ya que lo que queremos son explicaciones, para llegar a entender lo que está pasando”.
En términos cervantinos y aunque parezca que “con estos mimbres no se puede hacer más que este cesto”, Diana Jiménez nos invita a influir en los adolescentes, ¿cómo? Pues sirviendo de ejemplo, entrenando la esperanza y la paciencia y, por supuesto, echando mano de nuestra fortaleza, que no fuerza.
Sin embargo, lo de ser ejemplar conlleva la revisión de nuestras creencias, recordando cómo fuimos nosotros de adolescentes y evitando las comparaciones.
“Ejemplar es quien dice lo que hace y se mantiene congruente con sus valores”, dice Diana Jiménez; “para ello hemos de enseñarles a decir la verdad, a escuchar (primero hemos de escucharlos a ellos), enseñarles a hablar bajito (se consigue más con un estilo de comunicación cercano), a respetar las normas (empezamos por respetarlas nosotros), aficiones positivas como el deporte o entretenimientos diversos y, sobre todo, enseñarles la tolerancia a la frustración, en vez de tragárnosla”.
De ahí la importancia de “dejar recuerdos emocionales positivos con nuestros hijos, los cuales cambiarán su química cerebral”.
Esta experta nos propone “evitar castigos y sanciones desde el enfado, ya que los primeros suelen ir en proporción a nuestro nivel de ira y no tanto al hecho en sí”.
Un aspecto más: el sentido del humor pues “la adolescencia no es una tarea triste, sino una fase alegre y ellos requieren ese apoyo desde la fortaleza”.
Dice Diana Jiménez que el mecanismo ha de basarse en “confiar y, con la fortaleza que te quede, multiplicarla por mil; entonces la situación cambiará”. No obstante, nos propone el siguiente decálogo para “sobrevivir a la adolescencia”:
Para quienes habéis llegado hasta aquí, os invito a recordar que durante la adolescencia se producen cambios a nivel físico, neuronal y emocional, pues sus cerebros aún están por madurar.
Así que os dejo una de las frases favoritas de la experta Diana Jiménez: “es un proceso a fuego lento; ten paciencia, constancia y valor para poder ver lo invisible, creer lo increíble y lograr lo imposible”.
¡Feliz Relación con la Adolescencia! ¡Feliz Coaching!
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