Saber perder

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A casi todos nos han enseñado a ganar. Nos produce alegría, satisfacción, orgullo y bienestar. No obstante, a veces, para ganar previamente hemos tenido que tener la experiencia del fracaso, del perder. Y esto último puede que no lo encajemos bien. Y tú, ¿sabes perder?

Naturaleza competitiva. Tal es el argumento que solemos esgrimir cuando perdemos. Lo de menos es el contexto, se trate de una competición de running, una partida de cartas, un parchís, en un karaoke y hasta en ese “a ver quién llega antes a la esquina” de la etapa infantil. El hecho rotundo es que nos gusta ganar lo que, claro, deja menos espacio para la otra posibilidad: perder.

Hace ya casi 80 años del estreno en la gran pantalla de Casablanca, la icónica película dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Ingrid Bergman y Humprey Bogart interpretando, respectivamente, los personajes de Ilsa y Rick. A este último se le considera el arquetipo del buen perdedor, pues se pasa casi todo el metraje buscando la actitud más adecuada para confrontar el hecho de no obtener lo que espera conseguir.

 

Qué pasa si pierdo

¿Qué ocurre cuando perdemos? ¿Cuál es el efecto que produce en nosotros el hecho de no ganar, de no lograr aquello que esperábamos conseguir? ¿Cómo nos afecta socialmente?

Frustración, rabia y tristeza suelen ser las respuestas cuando perdemos; lo cual puede tener un efecto a medio y largo plazo, haciéndonos creer que no seremos capaces de conseguirlo nunca más. Socialmente es posible que nadie emita un veredicto; sin embargo, somos nosotros mismos nuestros peores jueces, proyectando esa creencia limitante hacia los demás.

Esto me hace pensar en una anécdota reciente, mientras hablaba con una joven muy competente en sus facetas de estudio y trabajo y que está pensando examinarse para obtener su licencia de conducción. Entre bromas, comentó que, tras esforzarse en hacer test, las clases prácticas y los nervios de los exámenes si aprobaba obtendría una gran “L” de “looser”, de perdedora. Me hizo gracia su planteamiento, pues iba más allá del hecho de obtener su propósito, el carnet de conducir, y preveía otra pérdida: al parecer, el año que todo el mundo pasa como novato.

Perder, entonces, tiene mucho que ver con las etiquetas, con las categorías con las que clasificamos a los demás y a nosotros mismos; guarda estrecha relación con los juicios. Sin embargo, ¿qué pasa si lo contemplamos desde otro ángulo?

Desde el Coaching de las Distinciones, cuando se pierde no todo es dejar de ganar, abandonar u olvidar, sino que uno puede hallarse, encontrarse e incluso salvarse. Al no obtener lo que uno desea se puede tomar distancia y ganar en eficiencia, en destreza, en confianza y/o en desempeño.

Tal es la perspectiva que el neurooncólogo Juan Fueyo, autor de Te dirán que es imposible, explica mediante la metáfora que si en vez de cruzar un río en el que sabes que el agua te llegará a las rodillas decides saltarlo, posiblemente irás hacia atrás, tomarás carrerilla y ello te valdrá para tomar impulso y situarte en el otro lado. Se refiere Fueyo a que algunos de nuestros perderes pueden verse de este modo: “retrocesos necesarios para superar un obstáculo”

De todo ello se extrae un aprendizaje, que en ocasiones es más directo tras perder. Esto no quiere decir que no podamos y queramos ganar, deseo al 100% legítimo, más al igual que ocurre con otros opuestos, para alcanzar uno conviene ir entrenando el otro, por si acaso.

 

Entrenar el buen perder

¿Cómo hacemos para perder y aprovechar el aprendizaje que de ello se deriva? Desde el Coaching te propongo que tengas en consideración lo siguiente:

  1. El deseo de ganar es legítimo, aunque no siempre se consigue. Te invito a que entrenes también el “buen perder”.
  2. Cuando se pierde, uno puede sentirse frustrado, enfadado, triste, desmotivado o todo ello a la vez. También es legítimo. En Coaching proponemos entrenar la confrontación con nuestras emociones.
  3. Cada vez que pierdas, te invito a que observes tus reacciones; fíjate cuál es la emoción predominante. Respira, especialmente si es el enfado, y mira qué hay detrás de todo ello.
  4. ¿Qué es lo que temes al perder? ¿Cuál es la creencia que está bajo ese sentimiento? ¿Te frena o limita para volverlo a intentar?
  5. Te invito a que prestes atención a cómo te sientes ante los demás cuando pierdes; ¿Cuál es la emoción? ¿Se trata de algo que sientes tú o que te hacen sentir los demás?
  6. Te propongo que en tu Diario Coaching anotes, respectivamente en dos columnas separadas, qué ganas cuando pierdes y qué pierdes cuando ganas. De tal retruécano puede inferirse alguna conclusión, por ejemplo, que nuestras acciones no son absolutas, de modo que suele haber un resquicio, un porcentaje del contrario.
  7. Déjate fluir, tanto si has ganado como si has perdido. Te invito a que te tomes la pérdida con deportividad; para ello puedes crear tu propio mantra o simplemente repetir: “todo va según el plan”.

“De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir y la certeza de que se habrá interrumpido antes de terminar”, dice en uno de sus poemas Fernando Pessoa, quien nos invita a “hacer de la interrupción un camino nuevo; hacer de la caída un paso de danza; del miedo, una escalera; del sueño, un puente; de la búsqueda, un encuentro”.

¡Feliz Perder! ¡Feliz Coaching!

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