Hace unos días, una amiga me llevó en su coche de regreso a casa. Al salir de la zona de aparcamiento un gorrión hizo de las suyas, manchando con su excremento un área pequeña de su parabrisas.
Aclaro que Susana lleva su coche limpio, muy limpio; de hecho, acostumbro a decirle que huele como si acabara de sacarlo del concesionario y lo estrenara en ese momento. Aclaro, también, que la mancha del inocente pajarillo no obstaculizaba su visión en absoluto (sí, ya sé que hay veces en las que esto no es así, sobre todo si se trata de mirlos o de urracas, ¿cierto?)
Bromas aparte y siguiendo con el relato, al detenerse para que yo pudiera bajar, vi que hacía ademán de salir del auto mientras, kleenex en mano, me decía que iba a quitar la mancha del parabrisas.
Confieso que estuve a punto de juzgarla; sin embargo, sonreí y callé al recordar que, a veces, mientras hablo con algunas personas, si hay algo ante mí que presenta alguna arruga, como un mantel o tapete, o está desalineado, por ejemplo, una pila de libros o incluso si hay un hilo en la silla, adherido al asiento por la magia de la electroestática, me descubro estirándolo, alineándolo o separándolo, respectivamente.
¿Qué hay detrás de tales conductas inconscientes, incluso compulsivas, en nuestro día a día? ¿Qué es lo que escondemos, sin llegar a tomar consciencia de tales acciones?
“Cuando hay algo que no funciona, a veces nos asustamos y desatendemos esa emoción”, dice la coach María Naranjo; “No obstante, podemos ver la intención de la misma, pues la emoción nos habla de una necesidad no cubierta, por lo que, realmente, debemos verlo como una invitación”.
Naranjo, que participó hace unos meses en el congreso virtual Toma las riendas de tu vida, organizado, a su vez, por la coach Yolanda Martínez, nos propone “buscar situaciones para mantenernos presentes, sin interferencias”.
Cada vez que quedamos a comer, mi amigo Ramón retira su plato, empujándolo hacia el centro de la mesa, a pesar de seguir comiendo.
Se trata de una conducta de la que hasta hace poco yo no era consciente; sin embargo, al verbalizarlo ahora, me doy cuenta de que, sobre todo, lo hace cuando el tema de conversación le provoca tensiones.
Con su gesto, lo que parece decir es que se queda sin ganas de comer; es como si expresara frustración y amargura sin emplear palabras, sólo con el gesto.
“Cuando la realidad no te guste, intenta dar pasos para sentirte mejor”, dice María Naranjo; “Puedes empezar con las personas de tu entorno, abriéndote a nuevas experiencias y aprendizajes e incrementando tu seguridad y autoconfianza”.
Desde el Coaching te invito a seguir algunos pasos en tu proceso de auto investigación:
Para los que habéis llegado hasta aquí, os digo qué es lo que creo que me pasa cuando, de modo inconsciente, aliso el paño, coloco en línea perpendicular los libros o cojo el hilo pegado a la tapicería: se trata de un intento de control; es como un tic que proporciona seguridad a mi ego.
Y es que suele ocurrirme cuando requiero estar concentrada para decirle algo a esa persona. Me pasa porque en mi interior quizá temo dañar su sensibilidad, o no explicarme bien, o estar aportando demasiada información. Es decir, inseguridad y desconfianza, sobre todo hacia mí misma.
Así que te invito y me invito a entrenar las respuestas a esta pregunta superpoderosa en Coaching: ¿Qué es lo que hay detrás?
¡Felices Reconocimientos! ¡Feliz Coaching!
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