El péndulo de las emociones

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¿Sabes expresar tus emociones? ¿Has aprendido a percibirlas y valorarlas? ¿Es su comprensión una de tus habilidades? ¿Conoces cómo regularlas, tanto en ti mismo como en los demás? Todo ello forma parte de lo que se conoce desde hace 30 años como Inteligencia Emocional, concepto posteriormente popularizado por el psicólogo y periodista Daniel Goleman como otra de las dimensiones del entendimiento humano.

¿Qué es la emoción? Según los expertos, una forma concreta de afecto que suele durar poco tiempo y que se expresa como reacción específica a sucesos particulares. Las principales emociones son alegría, miedo (quizá la más estudiada), ira, tristeza, sorpresa y asco. Todas ellas cumplen con tres tipos de funciones principales, como son la adaptativa, con la que el cuerpo se prepara para la acción; la función social, mediante la que comunicamos a los demás cómo es nuestro estado de ánimo en ese momento y la función motivacional, que es la que nos permite dirigir nuestro objetivo hacia una meta con un mayor o menor grado de intensidad.

“Las emociones son los indicadores de las creencias limitantes”, dice Irina de la Flor, especializada en Coaching de la Consciencia; «La emoción trae la energía de la creencia a nuestro cerebro emocional y, si no lo detectamos, lo acaba trasladando al cuerpo físico, es decir, perdemos la vibración de amor, después nos daña el cuerpo emocional y posteriormente el físico”.

 

Desequilibrio emocional

El concepto de Inteligencia Emocional fue postulado por primera vez por los expertos Salovey y Mayer, hace ahora treinta años; sin embargo, un lustro después, en 1995, el periodista y psicólogo Daniel Goleman lo rescató, enunciándolo como un nuevo enfoque del conocimiento humano, de forma que existían habilidades más importantes que las meramente académicas, como las emocionales y sociales, para comprender en toda su dimensión la inteligencia de las personas.

La IE engloba habilidades tales como la de percibir, valorar y expresar las emociones de forma adecuada y adaptativamente; la comprensión de las emociones; el uso de los recursos emocionales y, por último, la habilidad para regular las emociones en uno mismo y en los demás. Como toda inteligencia, no sólo requiere una herencia genética determinada, sino que la interrelación entre esta última y el medio pueden obrar a favor del interesado, quien puede mejorar su coeficiente de IE a través de la experiencia.

Es lo que desde el Coaching se propone como entrenamiento. Por ejemplo, con respecto a la última habilidad citada y comprendida dentro de la IE, “regular las emociones en uno mismo y en los demás” se puede aplicar la teoría del Péndulo. El de Foucault se emplea para demostrar el movimiento de rotación de la tierra y en nuestra metáfora el péndulo, ese objeto esférico que pende de un hilo y oscila libre y casi eternamente en cualquier plano vertical, representa el movimiento desequilibrado de nuestras emociones, de un extremo a otro. La valentía, pongo por caso, puede ser cobardía o temeridad dependiendo del extremo que escojamos, pero es la primera el punto de equilibrio, donde esa emoción estaría regulada.

“La medicina ayurvédica distingue tres tipos de energía: estancamiento, equilibrio y movimiento”, dice Irina de la Flor; “Se puede ir de uno a otro extremo y lo mismo pasa con las emociones; esto se entiende mejor si observamos la naturaleza, donde una semilla, que está en estancamiento, por el movimiento de la naturaleza, crece y florece, alcanzando el equilibrio, para posteriormente estancarse y morir”; “Cuando esa flor llega al suelo el proceso vuelve a empezar”.

Equilibrio es poder

El movimiento del péndulo emocional nos describe el estancamiento como defecto y el movimiento como exceso, siendo el punto central entre uno y otro el equilibrio, que es donde se sitúa el verdadero poder de nuestra inteligencia emocional. Una emoción como el amor, el afecto o el cariño estaría en su punto de equilibrio; se estancaría en la indiferencia, o amor por defecto; en el otro extremo, el amor por exceso, se situaría en el movimiento, es decir, pasión condicionada y apego.

“Ser consciente de lo que siento me hará saber lo que pienso, qué es lo que limita mi energía y me hace perder el poder personal”, dice Irina de la Flor; “La frecuencia de emociones desequilibradas que siento me da el patrón: si normalmente estoy celosa, estresada o enfadada, he de ver qué patrón mental sostiene su correspondiente emocional”.

Desde el Coaching te propongo entrenar tu inteligencia emocional, especialmente en la habilidad de regular tus emociones. Para ello, anota en tu Diario Coaching cuáles son las emociones que sientes con qué intensidad y con qué frecuencia. Por ejemplo, entre la tristeza y la euforia (estancamiento y movimiento, respectivamente) está la alegría, su equilibrio; entre el pesimismo y el entusiasmo exagerado estaría el optimismo; entre la indolencia y la lástima, el equilibrio es la compasión inteligente y entre la intimidación y la envidia el equilibrio se consigue con la admiración.

Te invito a que traces ocho líneas verticales para delimitar siete columnas, que de izquierda a derecha pueden llevar los siguientes enunciados: estancamiento, intensidad, frecuencia, emoción en equilibrio, movimiento, intensidad y frecuencia.

En la columna correspondiente al equilibrio puedes escribir la emoción objetivo. En la primera por la izquierda, escribe el extremo de estancamiento de esa emoción, su intensidad (de uno a diez, siendo uno el nivel mínimo y diez el máximo) y frecuencia (número de veces que lo experimentas por semana). Después de la emoción objetivo, escribe el extremo de movimiento, su intensidad y frecuencia. Te propongo que realices un seguimiento en la observación de tus emociones, situando tu objetivo en el equilibrio de las mismas. Se trata de un proceso por cada emoción, por lo que cada vez que tengas un objetivo te incito a que te hagas las preguntas de ¿cuál es mi objetivo? ¿Qué me impide conseguirlo? ¿Cómo lo voy a lograr? ¿Cuándo?

“Si a menudo sentimos emociones desequilibradas, tenemos una creencia lejos de la verdad” dice Irina de la Flor; «Decir yo valgo es una verdad; si pienso que valgo más, mi exceso en el péndulo de la emoción se corresponde con mi creencia y lo mismo pasa con el otro extremo”.

¡Feliz Inteligencia Emocional! ¡Feliz Coaching!

 

 

 

 

 

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