La segunda de las tres barcas,
se quedó sin remos.
Tanto aullido y tan vacíos,
y tantas cuevas…
nacidas de sus propios ecos.
La mano, sujeta el cristal
y la boca la sangre fría.
La muerte,
principio de vida inacabada.
Almohada en precipicio
sin cama presente.
Verbo de ansiedad
y luces, al final de la vía
convertidas en su propio túnel.
Corte de venas en la más absoluta soledad.
Y lágrimas entre las letras
desdibujadas por la sangre en el papel
dejando con sus uñas,
marcas en mi espalda.
Es verdad.
Suelo escapar por la ventana
una vez por noche
y siempre regreso…
Y siempre vuelvo a escapar.