¿Cómo vas de amabilidad? ¿Sueles mostrarte cordial, agradable, cariñoso o afectuoso con los demás? ¿En qué ocasiones y con qué personas te muestras así? Y contigo ¿sueles ser agradable, benevolente y afable? La amabilidad va unida al amor, a la comprensión, a la compasión y, por supuesto, a la empatía. No obstante, es cierto que, a veces, cuesta mostrar cordialidad con algunas personas o en algunas situaciones. Los últimos estudios avalan la tesis de que, cuanta más amabilidad, mayor longevidad y mejor vivir. Desde el Coaching hoy te propongo entrenarla, ¿te apuntas?
Desde hace tiempo entreno una habilidad que va ganando terreno en mi día a día. Se trata de ser agradable. Me he dado cuenta de que, cada vez que tengo una conducta afable, simpática o cortés, en mi ánimo sube puntos la alegría y el bienestar personal.
Es automático. Porque, además, me ayuda a estar presente, ya que me implica en la observación de aquello que me rodea, especialmente de las personas que se encuentran a mi alrededor en un momento determinado.
Basta un pequeño detalle, por ejemplo, sostener la puerta de entrada al metro al darme cuenta de que alguien viene detrás, con la intención de acceder al vestíbulo de la estación.
O también ceder el paso a una mamá acelerada que empuja un carrito, bebé incluido, en la acera de una calle concurrida.
Aunque acabo de conocer una nueva motivación para ser amable: resulta que la cordialidad ayuda a ser más longevo, además de hacernos vivir mejor.
Suelo decir que, al igual que en tantos otros temas, la teoría suele ser más fácil que la práctica.
En esto de la cordialidad, no obstante, se me ocurre que se puede entrenar a partir de algunas de las claves que te propongo:
¿Sabías que somos los ciudadanos más amables de Europa? Un estudio reciente de la compañía nipona Sanrio (los de la marca Hello Kitty) coloca a España en el top del ranking de la amabilidad europea, con el 76%.
Reino Unido, Francia y Alemania nos siguen en cuanto a lo que los autores del informe califican como pequeños gestos de amabilidad (decir cumplidos y escuchar atentamente al interlocutor)
Los españoles solemos tener estos rasgos de amabilidad sobre todo en familia, al igual que les ocurre a los franceses, si bien en nuestro país la cordialidad la proyectamos hacia otros escenarios como, por ejemplo, el lugar de trabajo o de ocio.
Esta generosidad en nuestras maneras nos reporta algunos beneficios, tal y como afirman los expertos en psicología y neurociencia.
Resulta que cada gesto o acto amable con los demás hace que nuestro cerebro responda de forma muy similar a como lo hace con el amor, ya que se liberan hormonas como la oxitocina, la dopamina o la serotonina que provocan nuestro bienestar físico y emocional.
Además, comportarnos con cortesía lleva a que lo sentimos, pensamos y hacemos estén en línea, fortaleciendo la autoestima. Por si fuera poco, la amabilidad reduce el nivel de estrés, reduciendo la hormona del cortisol (niveles altos de esta última pueden llevar al estrés crónico)
Dado que se trata de gestos ligeros que no comportan un esfuerzo extraordinario, ser amable es rentable para nuestro estado emocional. Porque otro de los beneficios consiste en que alarga nuestra vida.
Es cierto que para vivir más años no basta sólo con ser amable, puesto que hay factores como la alimentación, el ejercicio físico o las horas de sueño que determinan nuestra calidad de vida.
No obstante, está comprobado que el bienestar emocional es un factor determinante para vivir mejor: el nivel de las relaciones, el apego familiar y la sensación de sentirnos útiles son más importantes según avanzamos en edad.
La cordialidad entra de lleno en este apartado, pues al hacernos sentir mejor y más alineados con nuestro propósito de vida logra que esta última sea más feliz y longeva.
Si has llegado hasta aquí, te cuento una anécdota relacionada con mi entrenamiento en la amabilidad.
Hace unos días, durante una presentación, la persona que conducía el evento mencionó que, según se calcula, en 2070 habrá más de 250.000 personas centenarias en España.
En ese momento no pude reprimir un ¡me apunto!, más como un deseo que como una idea estructurada. Una de las mujeres que asistía al evento respondió rápidamente “pues no, para mí no” y añadió: “tengo a mi madre con 95 años que la pobre ya no quiere estar más aquí”.
Me volví hacia ella y, con la mejor de mis sonrisas, le dije: “lo comprendo, aunque sigo pensando lo mismo, pues me encantaría ser centenaria”.
Y es que amar la vida es parte de mi impulso vital. Me encanta cumplir años (y aunque no fuera así, el paso del tiempo es inevitable, ¿verdad?) aunque me entreno para que, cada día, mi calidad de vida mejore. En ello la amabilidad, la cortesía, la cordialidad, la simpatía o el afecto juegan un papel primordial.
Desde el Coaching te propongo que lo compruebes, si quieres, desde ahora mismo.
¡Feliz Práctica de la Amabilidad! ¡Feliz Coaching!
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