La piel desnuda en juramento.
«Devil» (1:6-8).
Sábanas de blanco y aire,
sudor y voces.
Beben de la sangre de los cuerpos
sin copa,
directamente de las bocas
ahogándose en alientos.

Pálidas pieles
pegadas como el color a los pinceles,
y un baile mitad danza
buscando cuerpo,
y cien manos con sus roces.

El mago del averno ya está dentro.

Falo en la prolongación ósea de su frente,
-gemidos entre dientes-.
¿Veis el sol iluminando como luna en la noche?
Y ni es de noche ni hay luna,
solo es fuego,
el de la entrada y salida
de la cueva abierta,
abierta de piernas entre las piedras.
¿Y no queréis entrar?
0, ¡no queréis salir!

Voy a mezclarte en mi saliva,
lamiendo muy despacito cada rincón de tu cuerpo,
buscando sus formas con la punta de mi lengua,
lagrimerar de emoción por no estar muerto,
palpar la humedad con mi sed
tragando leche en pecho,
como agua de las fuentes sin desierto.

Me agarro bien a ti para saltar,
y orgasmo entra en dos sin ver salida.
Llenas las vasijas de ocre barro.
Me deslizo… ya no estás.

Mi cuerpo se mezcló con más sudor
y siguió bebiendo libre de las ninfas,
las mismas que ahora son respiración.

Los dedos de las manos
duros como piedras de acantilados,
se hacen blandos en los vientres a mitad
escupen hacia arriba,
forman charcos
como nubes de peyote al respirar.

Gritos de placer
en las paredes sin puertas del infierno.

Gritos a la vez
y dos docenas de hombre y mujeres
bien hambrientos.

La luna está a punto de correr,
sé que el sol
está a punto de partir,
por no romperse.

Y todo esto sentí
en uno de mis sueños.
Y todo esto viví
sin saber que fue mentira
y qué cierto lo que sentí dormido y gira.
¿O lo que escribo?
Y mira despierto.

 

losangelesnosmirandurmiendo.blogspot.com.es

 

Tomás Martínez

Artista polifacético dedicado a la poesía desde que era niño y a la pintura. Él mismo recuerda “aquel diario con llave de tapa roja que escribía y guardaba cada noche en una caja de vinos, a la edad de 6 años. Me enamoré sin querer de aquel papel en blanco y más cuando lo llenaba con mis pensamientos. Ver aparecer las palabras con la tinta de un bolígrafo: era emocionante. Luego, como en todas las vidas, empezaron a pasarme cosas. La tristeza y la alegría empezaron a salir de mí a cada momento como guiadas por un río invisible, y no podía parar. Y del poco a poco, al hoy”.

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Tomás Martínez

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