Te propongo una detox emocional

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Cuando seguimos una dieta détox, ayudamos al organismo a eliminar todo aquello que no precisa, optimizando su funcionamiento. Hoy, desde el Coaching te propongo como entrenamiento realizar una détox emocional, para eliminar las toxinas que continuamente nos llegan en forma de juicios, creencias y manifestaciones de las que casi ni nos percatamos.

Tengo relación con un tipo muy variado de gente. Para mí no cuenta tanto la edad o el género, cuanto la conexión mental y emocional (no siempre por este orden). Una de estas personas con las que parece que mi relación es perpetua es Diana, una antigua amiga.

Aunque de forma indirecta, me ha enseñado la relevancia de hacer una dieta détox emocional. Me explico: hace unos meses, quedé con ella para ir a almorzar. Me encargué de reservar en un restaurante cercano a su lugar de trabajo, a una hora que conviniera a ambas. Llegué temprano, lo cual es casi mi norma. Ella llegó retrasada, acalorada, diría incluso que algo enfadada. Durante todo el almuerzo no paró ni cinco minutos de quejarse. Que si su trabajo, que si el restaurante, que si el menú que tenían,
que si la gente que acudía, que si no tenía buen aparcamiento, y así una veintena de protestas, posiblemente legítimas, que a mí terminaron por hastiarme.

Ella sabía, además, que era yo quien invitaba. No tuvo siquiera una palabra de cortesía. Tampoco se lo tuve en cuenta. Lo que sí tuve en cuenta fue su juicio y criterio a propósito de un tema personal acerca del que me había confiado a ella. La relación con una de mis personas cercanas me tenía en jaque, por lo que le expuse mis dudas.

Aunque yo entendía que Diana pretendía apoyarme, no comprendí para qué empezó a proferir juicios e insultos contra la persona referida. Entre líneas pude notar su cansancio, pero también su miedo, su soledad y hasta su
cinismo.

Fue entonces cuando me percaté de que Diana está muy sola. Intuí que el abandono que ha sufrido por parte de su familia la ha marcado. Supe ver que todo ello provoca su angustia, su desilusión, su cinismo y prejuicios. Así es como he sabido que Diana se alimenta de la decepción, del enfado, de la frustración, del desengaño. Ella es una víctima, aunque quizá se cree una salvadora. En este papel de heroína, que tan bien interpreta, suele juzgar, clasificar y marcar todo pensamiento o conducta que no coincide con sus preceptos.

Es por esto que he tomado la decisión de hacer una détox anti-Diana. Por supuesto que sigo relacionándome con ella, aunque en vez de referirle mis dudas y tristezas le cuento mis revelaciones y alegrías.

Sé que no va a tardar mucho en dejar de enviarme mensajes. Y es que para ella he perdido todo interés, ya que no sufro, no muestro estar herida y mi enfado ha desaparecido.

Aclaro que he intentado, desde la intuición y el respeto, conectar con ella, preguntarle sobre aspectos que quizá pudieran hacerle recapacitar. Sin embargo, aunque asegura que ha despertado, que su ser está listo, lo que yo percibo es miedo, soledad, tristeza, enfado y algo de amargura.

Definitivamente, mi ser me pide una détox de esta persona.

 

Cómo hacer una détox emocional

Te propongo un ejercicio contigo misma. Mírate dentro, bien dentro. ¿Qué es lo que ves? ¿Cómo es tu interior? ¿Eres una persona empática, alegre, optimista? ¿Cuáles son tus valores? ¿Qué piensas de ti? ¿Te importa mucho lo que los demás opinen de tu persona?

La toxicidad emocional tiene diversos signos. Puede ser que la tensión la achaquemos a un mal humor repentino, a una tristeza inexplicable, a un enfado renuente o a un temor en forma de ansiedad. En el cuerpo, la somatización se expresa en forma de dolor de cabeza, tensiones musculares, agarrotamientos en el cuello o mal funcionamiento intestinal.

Para realizar una détox emocional te invito a que, en primer lugar, detectes qué es lo que sientes desde los puntos de vista emocional, espiritual y físico. Si decides compartirlo, te propongo que elijas bien a tu interlocutor.

Te invito a que tires de tu intuición e imagines a esa persona a quien consideras confiable. Te propongo que pruebes a confesarle tus dudas y tristezas, al tiempo que estés atenta a cómo es su respuesta.

Ahora te incito a que hagas una reflexión a propósito de cómo son tus conversaciones con esa persona:

  • ¿Te deja hablar, te da espacio para contarle tu dilema?
  • ¿Muestra respeto hacia ti y hacia las personas que mencionas en tu relato?
  • ¿Es capaz de consolarte cuando muestras aflicción tras contarle tus asuntos?
  • ¿Te interrumpe e invalida emocionalmente al referirte sus problemas a través del “eso no es nada, mira lo que me pasó a mí”?
  • ¿Muestra signos de impaciencia, tales como desviar la mirada, echar un vistazo al reloj o intentar cambiar de tema de conversación?
  • ¿Te hace luz de gas, achacándote a ti la responsabilidad de lo que te ocurre?
  • ¿Piensas que te está juzgando, a ti y tus acciones?

Si tu respuesta a las tres primeras cuestiones es que no y a las cuatro siguientes que sí, te propongo que le des una vuelta a tu decisión acerca de la persona seleccionada como confidente. Aunque sea tu amiga. A pesar de que lleves no sé cuánto tiempo confiándole tus cuitas. Incluso si se tratase de una de tus personas más cercanas.

Mi propuesta es que te pongas en valor. Que sopeses los beneficios y perjuicios emocionales que te acarrea contarle a esa persona tus desvelos. Te invito a que practiques la lealtad y el respeto contigo misma.

 

Decálogo asertivo

Y para entrenar contigo tales valores, te invito a echarle una mirada al siguiente decálogo de la asertividad:

  • Respeto. Hacia ti misma en primer lugar; también hacia los demás. Para ello podemos evitar los prejuicios.
  • Asertividad. “La asertividad requiere un aprendizaje que ha de conjugar aspectos cognitivos, emocionales y conductuales”, dicen Eva Bach y Anna Forés en La Asertividad; “A veces se aplican los pasos del procedimiento asertivo como una fórmula que hemos aprendido de memoria, pero que no hemos conseguido integrar”; “Pero la asertividad sin una ética de fondo no va a ninguna parte”.
  • Compasión empática. Requiere comprensión, empatía, saber ponernos en el lugar del otro, en sus zapatos.
  • Autoestima. Autoconcepto. Bárbara Berckhan, en su libro “Cómo defenderse de los ataques verbales”, recomienda crearse un escudo protector, ya que, de esta manera “te encuentras tranquilo y seguro en tu propio espacio emocional y mental”; “Desde esta posición eres capaz de reaccionar de forma amable, objetiva y calmada, por lo que este escudo protector puede ayudarte a superar conversaciones y situaciones difíciles”.
  • Creencias limitantes. Lo que creemos de nosotros mismos tiene especial relevancia. Te invito a seguir los acuerdos propuestos por Miguel Ruiz, un nagual o maestro Tolteca, en su libro “Los cuatro acuerdos”, que se resume en: “Sé impecable con tus palabras, no te tomes nada personalmente, no hagas suposiciones, haz siempre lo máximo que puedas”.
  • Evitación de juicios. Suele ser un entrenamiento eficaz dejar de juzgarnos a nosotros mismos. De esta manera, seremos consecuentes con las conductas de los demás, evitando prejuzgarlas.
  • Comunicación no verbal. La mirada, la posición del cuerpo, la gesticulación y hasta los ademanes expresan mucho más de lo que pensamos. La comunicación humana es ciertamente rica, por lo que, al cuidado esmerado de nuestro lenguaje podemos sumar la coherencia y autenticidad de nuestros gestos y mirada.

Para quienes habéis llegado hasta aquí, os revelo cómo ha quedado mi historia con Diana. Al darme cuenta de que ella se alimentaba de mis angustias, miedos y sinsabores, he decidido darle justo lo contrario. Pero esta decisión no está basada sólo en mi relación con ella, sino fundamentalmente en la que mantengo conmigo misma.

Me he dado cuenta de que la queja, la crítica o el resentimiento, si bien es cierto que en principio parece que desahogan, luego nos dañan, van horadando lentamente nuestra alma hasta nublarla, hasta volverla de color grisáceo.

Compartir con Diana mis prejuicios, enfados y resquemores lo único que alimenta es su afán de tener razón en su más querido aforismo: la humanidad es una porquería.

Resulta que una no piensa de esta manera. Porque sigo creyendo en la gente; porque sigo pensando que somos seres de luz; porque mi camino es hacia el amor incondicional.

Así que, gracias Diana. Te agradezco que me hayas hecho ver que la vida, efectivamente, no es tal y como tú la describes. Al menos para mí.

¡Feliz Détox Emocional! ¡Feliz Coaching!

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