La costumbre de morir cada segundo.
La mala idea de enterrar
la funda de los recuerdos
en la arena dormida
de la orilla solitaria
que apenas se distingue del mar.
La luz que aparece en la mañana
y se marcha en el tejado.
La luz
que se esconde en la noche,
todo es un siempre alejado.
Una vez perdido
es mejor olvidarlo.
A pasos por la isla solitaria
puedo entender
que no echaré de menos
lo que nunca me importó.
Ahora es vida,
solo vida,
y no ilusión.