Ataque hacía la boca por la espina dorsal. Escucho el crujir de esas maderas, como huesos amontonados en la esquina oscura de la habitación, dejándose en mi cuerpo solamente la mitad.
Triste paz son los silencios.
El pan mojado busca la calle encharcada, igual que mis ojos, a través de la ventana.
Los cuentos los invento para dormirme sin ganas. Es el viento de las tres quien me despierta de madrugada, dejándome a oscuras bajo su lengua, y desierto bajo las vendas de su techo, y a penas y casi descalzas.
Final ahogado, medio muerto tendido de boca en arena de piel caliente buscándose templada.
Lo ves mi amiga… Escupo lo sobrante… «para perderme de la vida.» Con unas pocas palabras.