¿Cuál es la dimensión espiritual del duelo?

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José Carlos Bermejo

¿Qué le pasa al corazón y al mundo de la trascendencia y del sentido cuando perdemos a un ser querido? A esta pregunta ha intentado responder el doctor en teología pastoral sanitaria, y director del Centro San Camilo en Tres Cantos, Centro de Humanización de la Salud y Centro Asistencial para mayores y cuidados paliativos, José Carlos Bermejo, en su libro Las siete tareas espirituales del duelo (Desclée de Brouwer). Una obra sustentanda, como él mismo nos explica, en un trabajo de campo, que intenta descubrir, más allá de una dimensión puramente psicológica, la espiritual, a la «que no puede renunciar el ser humano». Además, Bermejo, ofrece en este libro diferentes herramientas para facilitar ese proceso de dolor.

 

En este libro nos habla de duelo, pero no desde un punto de vista psicológico, sino desde un punto de vista espiritual. ¿Por qué incidir en este aspecto del duelo? ¿Qué puede aportar este punto de vista, esa espiritualidad?

Desde hace décadas me ocupo de investigar, de estudiar el fenómeno del dolor que vivimos los seres humanos cuando perdemos a un ser querido. Y en el año 1974 creé un centro de intervención en duelo complicado. Ahora existen 30 en España y me he ido dando cuenta de que nos fijamos mucho en la dimensión psicológica. Nos centramos en qué le pasa a la persona a nivel emocional, a nivel cognitivo o quizás también a nivel conductual? Y nos hemos interesado menos por un pudor, probablemente de los investigadores y de mí mismo, también porque pensamos que lo espiritual se reduzca a lo religioso. Pero ¿qué le pasa al corazón y al mundo de la trascendencia y del sentido cuando perdemos a un ser querido? Y es lo que intentaba hacer con este trabajo, un trabajo de campo preguntando a muchas personas en duelo, y no en duelo, qué entienden, qué es lo que hay que hacer desde el punto de vista espiritual para vivir sanamente el proceso del duelo cuando se complica especialmente.

 

José Carlos, ¿cómo tenemos que entender esta espiritualidad? ¿Cuál es la diferencia entre espiritualidad y religiosidad?

En muchos contextos esto ya es aceptado pacíficamente y se dice que hay un retorno de lo espiritual, una crisis de lo religioso sobre todo, en particular de las instituciones que han ido encarnando valores religiosos. Diríamos que un ser humano no puede renunciar a la dimensión espiritual, sí que puede renunciar y rechazar la dimensión religiosa. No podemos negar nuestra dimensión espiritual, no podemos negar que tenemos un corazón que se hace preguntas, que ante la muerte abre los ojos y se asombra e inevitablemente se cuestiona. Y se pregunta, ¿y después qué? Pero ¿qué sentido tiene la vida? ¿Hay algo más allá y en el más acá?¿ Qué es lo que realmente vale la pena? Las pregunta por los valores. Este es el corazón de la dimensión espiritual, la sed honda que experimentamos los seres humanos de un sentido último, de una trascendencia y quizás también de una alteridad distinta que pueda estar en el sentido de la creación y de la esperanza post mortem.

 

sentimientos

 Un ser humano no puede renunciar a la dimensión espiritual, sí que puede rechazar la dimensión religiosa

Sentimientos que confrontar

Hablas de ese corazón de sentimientos. ¿Cuáles son los sentimientos que aparecen siempre durante ese proceso del duelo?

Lo más propio es pensar que cuando perdemos a un ser querido se nos rompe el corazón y se expresa en tristeza. Pero no es la tristeza el sentimiento más difícil de gestionar. Puede ser el primero evocado junto con la rabia, la tristeza y la rabia, sobre todo si la muerte se produce de manera súbita o violenta, inesperada, auto-infligida, como en el caso del suicidio. Los que llevamos años interviniendo en duelo complicado con acompañamientos especializados, decimos que es la culpa, el sentimiento de culpa. Extrañamente, quizás. Pero cuando perdemos a un ser querido también nos auto responsabilizamos, nos culpamos de de qué habré hecho, que no habré hecho, por qué no le lleve otra vez al médico, por qué no le dije que le quería más veces, por qué cometí el error de darle aquella vez de comer de esa manera que no era digna, por qué no le evité esa situación. Los sentimientos de culpa a veces son sanos, porque son indicadores de haber transgredido un valor que se quería honrar, pero a veces son neuróticos o irracionales Tristeza, rabia, indignación, culpa son sentimientos que nos habitan. Esperanza como dinámica también que nos habitan en el duelo.

 

Nos explicas en el libro las siete tareas espirituales del duelo. Y llama la atención de entrada que para realizar o para descubrir esas tareas, no sólo debemos situarnos en el presente, en el momento en el que se está viviendo ese duelo. ¿Por qué hay que transitar los tres tiempos, pasado, presente y futuro?

He agrupado el trabajo del duelo en torno a las tres dimensiones del tiempo, porque me parece que efectivamente, cuando hemos perdido a un ser querido hay cosas que tienen que ver con lo que ha pasado. Recordar sanamente que no es solo recordar, sino recordar sanamente y dentro de este recordar, agradecer y perdonar. Estos son verbos que para mí tienen mucha densidad y evocan mucho trabajo para hacer en el duelo. Y tienen que ver con el pasado. Con el presente, hay otras tareas que evocan la necesidad de celebrar y de ritualizar como seres humanos que somos. Los animales también pierden a sus semejantes, pero no necesitarán celebrar y significar y acoger el legado valórico que les han dejado. Los seres humanos sí. Y mirando al futuro, está la dinámica de la esperanza que previa a los eventuales contenidos religiosos, es un dinamismo antropológico de cotidianidad. No, no vivimos sin esperar. Vivimos permanentemente esperando, confiando y este es un trabajo también en el duelo. Luego está el salir fuera de nosotros mismos. El duelo nos tiende a mirarnos a nuestro ombligo, pero realmente hacemos trabajo espiritual de duelo cuando conseguimos también mirar hacia afuera. Hay personas que mirando hacia afuera terminan elaborando, haciendo obras de arte en la música, en la arquitectura, en la escultura, en la poesía o generando instancias de solidaridad para salir de uno mismo y sacarle partido al dolor que ha producido la pérdida de un ser querido.

 

Vivimos permanentemente esperando, confiando

 

Cuando te propusiste escribir este libro, ¿pensabas que podía ayudar también a los profesionales que, como tú, dedican su vida profesional a ayudar a personas a vivir ese proceso?

En estas últimas décadas estamos dándole al proceso de duelo un poco más de cancha, se profundiza más a la hora de estudiar el fenómeno. Ha existido toda la historia de la humanidad. Sin embargo, hoy tenemos diferentes entradas, lo estudiamos más analíticamente o más cognitivamente o más desde la vista espiritual. Y con esta nueva sensibilidad de profundización de esta dinámica, también surgen expertos en aspectos para intervenir en los duelos patológicos, pero también en los complicados. Y es aquí, en el acompañamiento de los duelos complicados, donde creo que hay una carencia y por eso he hecho este trabajo. Sé que se ha investigado mucho el duelo pero habíamos dejado un poco de lado lo que en otros tiempos había estado como patrimonio de la religión, el cuidado de la vida más íntima y trascendente, que tiene que ver con el misterio y con esta vida del corazón. Por eso he querido escribir este libro no sólo para los dolientes, para el que ya había escrito otros libros, sino más bien para los dolientes y para estas personas que quieren humanizar la atención, considerando todos los aspectos de la multidimensionalidad de la persona.

duelo

Jose Carlos has hablado de duelos patológicos, duelos complicados. Pensemos en cuántos duelos complicados se han vivido en los dos últimos años. Esos duelos sin despedida. ¿Este hecho puede complicar aún más el proceso?

 

Sí, podríamos decir así, con rigor, que la situación, los duelos de esta pandemia son de riesgo, que pueden, por tanto, aumentar la complicación. No necesariamente lo complican. Algunas personas conseguirán con sus recursos cognitivos, relacionales, afectivos, espirituales, familiares, etcétera, abordar normalmente su duelo, pero en sí son duelos de riesgo. Por eso esta ausencia de algo tan noble, tan humano, como que sentimos que es un deber ético y de nuestro corazón, que es el cuidado al final de nuestros seres queridos. Y también porque hemos sido privados de la dimensión de la pietas, no de la de la piedad, de la de los ritos, los ritos de despedida con los que empezó la historia de la humanidad. Hemos sido excluidos de esta dimensión de los ritos comunitarios. Nuestras casas se han convertido en parte en tanatorios y no hemos podido socializar y honrar la memoria y caminar andando o en coche hacia el lugar donde vamos a depositar los restos o donde se va a incinerar a la persona. Estas circunstancias aumentan la vulnerabilidad, hacen que el duelo sea de riesgo y que la vulnerabilidad de lo complicado sea mayor. En el caso de los duelos patológicos, aquellos que se convierte en una enfermedad, que puede ser letal, hay que estar muy atento socialmente también para dar la respuesta sanitaria adecuada a alguien que está en un duelo patológico, hay que asistirle e sanitariamente para que el duelo no le mate.

 

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