Cada invierno, las grullas vuelven a La Mancha. Su llegada se convierte en un espectáculo único para los turistas.
Tras un largo viaje desde el norte de Europa, estas grandes aves anuncian con su llegada el descenso de las temperaturas en la llanura manchega. Cientos de ellas sobrevuelan el mayor viñedo del mundo -unas 400.000 hectáreas- y encuentran refugio en humedales y espacios naturales que, durante algunos meses, se convierten en su hogar. Este espectáculo natural sitúa a la Ruta del Vino de La Mancha como un destino de referencia para los aficionados a la naturaleza, el birdwatching y el turismo enológico.
La coincidencia entre la llegada de las grullas y el creciente interés por el enoturismo ha impulsado nuevas propuestas que combinan la observación de aves con visitas a bodegas y experiencias gastronómicas. Estos son algunos de los mejores escenarios para contemplar a las grullas en primera fila.
En Villarrubia de los Ojos, la Ruta del Vino de La Mancha aporta en torno a un 30 % de la superficie del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, uno de los quince parques nacionales españoles. Es un punto de partida privilegiado para descubrir este oasis de agua y biodiversidad en mitad de la llanura manchega.
Desde el municipio se accede con facilidad a rutas de senderismo, observatorios de aves y miradores con vistas panorámicas del humedal. Las pasarelas de madera atraviesan carrizales y tarayes, invitando a paseos tranquilos entre la fauna acuática. Además de las grullas, que llegan con el frío, la zona es clave para la recuperación de especies como el lince ibérico, el buitre negro o el águila imperial.
En Campo de Criptana, conocido por sus molinos de viento y su marcado carácter manchego, la llamada Mancha Húmeda ofrece un cambio de paisaje: de olivos, cereal y viñedos a una pequeña laguna en la que se pueden observar avutardas, aguiluchos cenizos, halcones peregrinos y, en temporada, grullas que se suman al elenco de aves presentes.
La Laguna del Pueblo, en Pedro Muñoz, es un enclave endorreico de 54 hectáreas declarado Reserva de la Biosfera. Es uno de los mejores puntos para contemplar con calma el comportamiento de las grullas recién llegadas a La Mancha.
En este espacio, integrado en la Red Natura 2000, conviven grandes colonias de flamencos, chorlitejos y águilas pescadoras, que ofrecen escenas diarias muy apreciadas por los aficionados a la ornitología. El Centro de Interpretación de la Naturaleza “Humedal de Don Quijote”, del que forman parte cuatro lagunas incluida la del Pueblo, ayuda a entender y poner en valor la riqueza ecológica de la zona.
Las lagunas de Alcázar de San Juan, que son Reserva de la Biosfera, son otro punto clave para el birdwatching y para quienes buscan planes navideños diferentes. El conjunto lo forman tres lagunas: La Veguilla, Camino de Villafranca y Las Yeguas. La Veguilla, que mantiene agua durante todo el año, es la más adecuada para el avistamiento de aves.
Además, en este entorno se pueden observar cigüeñuelas, tarros blancos, zampullines, garzas imperiales, gangas ibéricas y ortegas, además de águilas pescadoras cuyos lances de caza al vuelo sobre el agua se encuentran entre los momentos más espectaculares.
El embalse de Peñarroya es la entrada natural al conjunto de las Lagunas de Ruidera. Sobre él se alza el castillo de Peñarroya, una fortaleza del siglo XII que domina las aguas del Guadiana y que funciona como excelente mirador para observar el paso de las aves.
La zona es refugio invernal para especies como el águila culebrera, el águila-azor perdicera, las grullas, los ánades frisos o los aguiluchos laguneros, entre otras muchas. El castillo, de acceso libre y gratuito, conserva elementos como aljibe, foso, humilladero, camino medieval y capilla, lo que añade interés histórico y patrimonial a la visita.
La Ruta del Vino de La Mancha agrupa 19 bodegas que ofrecen experiencias para todo tipo de públic. Se trata de catas guiadas para conocedores del vino, degustaciones de mosto para los más pequeños, talleres especializados, maridajes con productos típicos manchegos o visitas a proyectos de vinificación en tinajas de barro elaboradas con técnicas tradicionales.
A esto se suman propuestas de oleoturismo y agroturismo en fincas donde conviven viñedos y olivares, muchas veces con rebaños de oveja manchega pastando entre las cepas. Una de las experiencias destacadas es “Entre ZEPA y cepa, aves y vinos”, de SaberSabor, que combina observación de aves en una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) con la degustación de vinos y productos locales.
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