¿Eres de las personas que se han dado cuenta de que llevan largo tiempo sobreviviendo emocionalmente? Quizá hasta hayas somatizado esos sentimientos que no te permitiste sentir en un momento determinado. O, tal vez, sigas repitiendo patrones de conducta que no te benefician en absoluto en tus relaciones. Desde el Coaching, hoy te propongo descubrir cuál es el personaje del que te has valido para tu supervivencia, el cual puedes soltar para una vida más plena, ¿me acompañas?
El fuerte, el solitario, el libre, el complaciente, el racional y hasta el invisible son seis de los diez personajes que, como veremos seguidamente, sirven como disfraz para encajar, para ser querido por los demás.
Son al menos algunos de los arquetipos con los que, de una manera u otra, me he sentido identificada en algún momento de mi vida. Son perfiles a los que, de manera inconsciente, he recurrido para “ganarme un lugar” no sólo entre los miembros de mi clan familiar como primer entorno de referencia, sino también entre los grupos sociales con los que me he relacionado.
“A veces no es la relación la que no funciona, sino la forma inconsciente de amar con la que llegas a relacionarte”, dice Almudena Cárcamo, terapeuta Integral creadora del método VIVE; “aquellas emociones que no te dejaron sentir, los mensajes invisibles, todo aquello que absorbiste, te fue útil para sobrevivir”.
Sin embargo, tarde o temprano, la supervivencia emocional se nos queda corta, por lo que “hemos de aprender a vivir de nuevo”.
“Es posible que sientas la vida como una película, aunque con un guion que no has escrito, que ni siquiera prefieres”, dice Almudena Cárcamo; “este film que vives en las relaciones no es el que quieres”.
Diez personajes para sobrevivir
“Detrás de cada escena o conflicto no sólo está ese suceso, sino que hay una herida que aún puede seguir doliendo”, dice Cárcamo, que ha participado como ponente en el congreso online Autoestima y Empoderamiento, organizado recientemente por el gabinete PsicoRumbo.
“Por eso es importante tomar conciencia de las heridas que no has nombrado, de los patrones que repites o de las estrategias de supervivencia que, más que protegerte, te aíslan”; “es decir, esa supuesta protección te obstaculiza para vivir la vida que deseas”, dice esta experta.
¿Cuáles son esos escudos que, pretendidamente, nos preservan de sufrir males mayores? ¿Para qué nos escondemos detrás de una de esas caretas?
De la mano de Cárcamo, veamos a esos diez personajes, los cuales son, a su vez, patrones o perfiles que evitan conectar de verdad con uno mismo:
- Fuerte. Sabe resolver, sostener y actuar. Puede con todo y no necesita a nadie; además, evita que los demás vean su vulnerabilidad. “Si pido ayuda, soy débil” es su lema, aunque no sabe pedir ayuda. “La fuerza no es tu esencia, sino tu escudo, el cual puedes soltar sin romperte”, dice Cárcamo. ¿Cuántas noches has tardado en dormir pensando que has de sostenerlo todo? Para esta experta, la solución consiste en pedir ayuda: “que te escuchen, que te den un abrazo; quédate sólo en recibir, como quien agradece un regalo pues, cada vez que recibes, tu cerebro lo interpreta en el sentido de que puedes recibir y seguir siendo fuerte”.
- Solitario. Es el héroe silencioso, fuerte, aunque emocionalmente esté ausente. Está y, a la vez, no está. Guarda todo para sí y calla lo que le duele. Su mantra es “mejor solo que vulnerable, pues cuando me mostré, me lastimaron”. Según Cárcamo, “tu vulnerabilidad no te debilita, sino que te conecta; crees que si te abres, alguien puede verte y quererte”; “el amor te asusta porque no confías, no porque no lo desees, aunque ¿no deseas que alguien llame a tu puerta y poder ser tú? “Deja que el otro te vea, que sienta que estás presente; así, tu sistema nervioso interpretará que, aunque esté cerca, puedes seguir sintiendo tu fortaleza”.
- Libre. Ama su independencia, necesita espacio, decisión y libertad. Sin embargo, lo que parece autonomía es, muchas veces, una fuga emocional. Como lema: “me agobia sentirme atrapado; si me comprometo, pierdo el control”. Dice Almudena Cárcamo que “la libertad real no está en huir, sino en poder quedarte sin perderte”; “cada vez que la relación se estrecha, tu sistema de alerta se dispara, por miedo a sentirte encerrado”. Para salir de este rol, esta experta propone: “Quédate sólo un minuto más de lo que tu cuerpo te pide, en un abrazo, en una conversación; así podrás estar cerca y seguir siendo libre; es lo que interpretará tu cerebro”.
- Distante. Emocionalmente cerrado, a veces sin saber por qué. “Si muestro lo que siento, pierdo el respeto, ya que, en su momento, mostrarme fue peligroso”. Cárcamo propone la manera de sanar: “sentir no te hace débil, sino real y cuando eres real puedes construir algo nuevo”. “Amas con reservas, con distancia pues aprendiste que, si lo das todo, se aprovechan de ti”. “¿No extrañas decir te amo y, a la vez, tengo miedo? cada palabra que dices es un puente hacia ti mismo”.
- Protegido. Parece fuerte, incluso frío. Su verdadera emoción está detrás de un muro, por lo que le protege, también le aísla. “Me muestro sólo hasta donde no me duele pues, si me abro, me hieren” es su mantra. Como solución: “no necesitas un muro, sino un puente y ese puente empieza en ti; proteges a los tuyos y, si alguien te protege, retrocedes, pues el amor te parece una trampa”, dice Cárcamo. “¿Cuántas veces has preferido el dolor a la soledad y el miedo al rechazo? Empieza a compartir, pues cada palabra es una llave que abre una puerta”.
- Proveedor. Lo da todo por el otro, aunque se esconde cuando el dolor aparece. “Le cuesta simplemente ser, no sabe cómo pedir, ni tampoco ser amado sin demostrar nada”, dice esta terapeuta, que resume el sentir de este rol en el siguiente lema: “si doy, merezco amor; si no soy necesario, no valgo”. Como solución: “tu presencia también es un regalo, no necesitas demostrar nada para ser amado, ya que tu valor está en lo que haces, no en lo que eres”. Cárcamo propone lo siguiente: “en tu próxima conversación, habla de ti primero, de lo que sientes y necesitas ahora; tu presencia necesita que le des el espacio para poder ser y estar”.
- Racional. La mente es su refugio, lo planifica todo y, cuando llega el dolor, desaparece. “Si controlo lo que siento no me hieren” es su mantra. Solución: “tu mente te protege, aunque no puede hacer el trabajo del corazón”; “no busques palabra, razón o pensamiento, sino concéntrate en estar, en sentir”.
- Competidor. “Si no gano, no valgo. Sólo soy visto si destaco.” es su lema. Este personaje es brillante, audaz, aunque no sabe cómo descansar emocionalmente. La solución: “tu valor no está en lo que haces, sino en cómo te permites amar y ser amado”. “Tu amor propio está atado a los aplausos, a las aclamaciones, ¿no es agotador vivir cada día como si fuera una prueba?; te invito a que hoy hagas algo sin buscar ningún resultado; hazlo solo, sin meta”.
- Invisible. Su principal habilidad reside en cambiar la vida de los otros, aunque nunca se permite ser vista del todo. “Si no molesto, no me rechazan, si pido, soy demasiado” resume el concepto que tiene de sí mismo. Solución: “tu deseo no es un problema, sino que es tu brújula y merece respeto”. “Iluminas vidas, haces magia, aunque, cuando toca tu turno, desapareces”. “¿Cuántas veces has dado tanto que te ha hecho sentir vacío? Cada día escúchate, ve qué necesitas y pídelo, pues mereces ocupar tu espacio”.
- Complaciente. Es amable y dulce, aunque sin espacio para su verdad. Suele poner por delante al otro casi siempre y se va perdiendo en el proceso. “Mientras la otra persona esté bien, yo no importo ya que, si digo lo que pienso, me rechazan. La solución que propone Almudena Cárcamo es la siguiente: “tu voz también importa; no naciste para agradar, sino para ser tú”.
Pagar un precio por desconectarte de ti
Si has llegado hasta aquí, te cuento algo más acerca de mí y de mis personajes. Lo digo en plural porque, lo cierto, es que me siento identificada con algunos aspectos de varios roles.
Por ejemplo, en algunos momentos de mi vida mi escudo ha sido la fuerza; en otros, he callado lo que me dolía, como el arquetipo del Solitario.
He sentido miedo a mostrarme, al estilo 100% Distante, he preferido el dolor a la soledad, al igual que el Protegido; la mente sigue siendo mi refugio, como le ocurre al Racional y todavía, en algunos momentos, puedo emular con destreza al Invisible e incluso al Complaciente.
Que ¿cómo lo he identificado? Simplemente, respondiendo a las siguientes preguntas, tal y como la terapeuta Integral Almudena Cárcamo propone:
- ¿Qué rol asumes para ser amado?
- ¿Qué emoción aprendiste a esconder?
- ¿Cuál es tu estrategia para evitar la intimidad real?
Y es que, según dice esta experta, la asunción de estos roles implica la desconexión con nuestro cuerpo, con nuestras emociones y con nuestras relaciones, de modo que lo que no atendemos al final se somatiza, nos lleva a la reiteración de patrones de conducta o se proyecta en nuestras relaciones.
Y tú, ¿te atreves a descubrir cuáles son esos roles detrás de los que te escondes?
¡Feliz Descubrimiento de Roles! ¡Feliz Coaching!