El carrusel de caballitos,
dejó, la mitad para el final.
Una y principio…
Como que quise subir,
y nadie me quiso acompañar.

Recoletos, es una sola voz.
El perfil en Castellana,
el cuerpo desnudo de doscientos
que gritan, sin saber que lo están,
soltándole una coz al más hambriento.

Me quedo con el sol
de las once menos cuarto
y de una ventanilla de bus
justo en frente, de un jardín botánico
imaginándome… todas esas vidas
en el cuerpo de sus flores.

Me quedo, con el hombre descalzo
en pleno invierno y que pide.
Y con su corazón, desnudo como sus pies
y que sigue caminando
sin saber a dónde va…

Me quedo con el
y con sus manos heladas de tanto viajar,
y con la ilusión de creer.
Que el alimento de su sueño
sea mi sueño para el.

Creo en la mitad de lo real
y en el sabor de una única uva en la boca
un segundo,
después de las doce campanadas…
manantial.

Me di cuenta, camino de una voz
que me esperaba relajada y tranquila
en un cuarto, con vistas maravillosas
y con calefacción.

Que la vida es otra cosa,
Un espejo sin reflejo
y sin cuarto ni rincón.

Me di cuenta de ti,
subiendo tu ruidosa calle,
que fue la primera que bajé
después de nacer en  paz.

Que bonita calle para vivir
al cruzar la ciudad.
Delicias y una guitarra y su voz  al susurrar.

Vicenta y Mario
una corrala al despertar…
Una cuna,
y más de un niño en su almohada.


cómo alimentarme de recuerdos,
y, sin embargo
son los recuerdos
los que siempre se alimentan de mí.

Es una oración…  y música imaginaria.
Una comunión, despertando…
con todos esos besos en mi garganta.

Suelo imaginar, a este lado del cristal.
Son los recuerdos,
los que me dejan sin palabras…
al final.

losangelesnosmirandurmiendo.blogspot.com.es

 

 

 

Tomás Martínez

Artista polifacético dedicado a la poesía desde que era niño y a la pintura. Él mismo recuerda “aquel diario con llave de tapa roja que escribía y guardaba cada noche en una caja de vinos, a la edad de 6 años. Me enamoré sin querer de aquel papel en blanco y más cuando lo llenaba con mis pensamientos. Ver aparecer las palabras con la tinta de un bolígrafo: era emocionante. Luego, como en todas las vidas, empezaron a pasarme cosas. La tristeza y la alegría empezaron a salir de mí a cada momento como guiadas por un río invisible, y no podía parar. Y del poco a poco, al hoy”.

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