¿Puede ser el lenguaje, la fluidez verbal, una herramienta clave para deterctar precozmente el deterioro cognitivo?
Recientes estudios han profundizado en la conexión entre el lenguaje y la salud cognitiva, particularmente en adultos de entre 18 y 85 años. Investigadores de la Universidad de Toronto y del centro Baycrest Health Sciences han identificado que el ritmo del habla constituye un indicador más sensible y temprano del deterioro cognitivo que los olvidos esporádicos o las vacilaciones al buscar palabras. Esta variable puede revelar alteraciones cognitivas incluso antes de que se manifiesten síntomas clínicos evidentes.
Entre los aspectos estudiados se encuentra la denominada “dificultad para encontrar palabras”, un fenómeno que se vuelve más frecuente con el envejecimiento. Aunque comúnmente se considera un inconveniente menor, los especialistas advierten que pausas inesperadas o frases como “¿cómo era esa palabra?” podrían estar relacionadas con disfunciones en las redes neuronales responsables de la memoria. Redes que suelen afectarse en las primeras fases de la enfermedad de Alzheimer.
El estudio, publicado en la revista Aging, Neuropsychology, and Cognition, resalta la eficacia de herramientas digitales para evaluar tanto la velocidad como la precisión del lenguaje. Aplicaciones basadas en juegos de asociación palabra-imagen permiten identificar alteraciones sutiles en etapas muy tempranas. Además, la capacidad de analizar grabaciones de voz con alta resolución temporal abre la puerta a una nueva metodología de seguimiento preventivo del envejecimiento cerebral.
El hallazgo más importante fue que la velocidad con la que una persona encuentra palabras, más que la frecuencia con que se queda en blanco, es el verdadero marcador del estado cognitivo. Esta rapidez se vincula estrechamente con funciones ejecutivas y habilidades de planificación.
Además, una disminución progresiva de la fluidez verbal puede preceder a síntomas más claros del deterioro cognitivo. Por ello, profesionales de la salud están comenzando a incluir la evaluación de la velocidad verbal en las revisiones cognitivas rutinarias, al mismo nivel que la toma de tensión arterial o la revisión de reflejos.
El estudio, publicado en la revista Aging, Neuropsychology, and Cognition, destaca la utilidad de herramientas digitales para medir tanto la velocidad como la precisión del habla, incluyendo juegos de asociación palabra-imagen. Estas plataformas pueden detectar cambios sutiles antes de que los problemas sean clínicamente visibles. La posibilidad de analizar grabaciones con alta precisión y registrar pausas mínimas ofrece un prometedor recurso para el seguimiento preventivo del envejecimiento cerebral.
Finalmente, los investigadores recomiendan mantener una vida rica en actividades verbales: conversar, narrar historias, jugar con las palabras y aprender idiomas son hábitos que refuerzan los circuitos neuronales del lenguaje. En caso de olvidos puntuales, se sugiere tener paciencia y permitir que la persona recupere la palabra por sí sola.
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