La mujer de cintura estrecha
sujeta con sus dos brazos en alto,
dos velas y una en la cabeza.
De rodillas clamando al cielo
intenta liberarse de los tres barrotes
que le atraviesan el cuerpo.
Sus pechos erguidos,
sus muslos prietos
delatan su edad.
Su mirada se intuye por su pelo,
sus huesos esconden las palabras
que no va a pronunciar.
En su rostro
no se dibuja una boca,
por ella de estar viva te olvidaste.
Nadie escucha la voz,
tú lo sabes también.
¿Sientes los puñales?
No desangran,
solo es la cera ardiendo
que se escurre por tu piel desnuda.
Termino por mirarte y descubro
si morir fuera lo que veo
tan solo pediría un deseo:
verte de nuevo en mis manos,
librándote de esa luz
que por la punta de los barrotes
ilumina tu sombra en el suelo,
darle forma a tu boca
y al sonido de tu voz
mientras te sueltas
y caminas hacia…
el lugar donde el amor
es el aire que respiras.