Las palabras son como la arena,
de nadie.Pasean cuerpos desnudos
con barcas robadas,
números en botes azules
como peces en sus jaulas.Dos y dos en bloque como buques.
Un niño te llama: Mamá…
Y el violín Malikian en su cuna.Nadas,
en un estanque estancado
por las ramas de sus barros.
Flotas,
con las nubes
y siempre con los pies descalzos.Alguien escribe mientras todos sueñan.
Sueño yo mientras escribo,
y mis palabras se mezclan con el arie,
con el humo roto de un cigarro,
con el gris de una ciudad de techo
que me cubre.Duele y escapo.
Me hago eterno.
Vuelo.
El negro con mis dedos marcando la pared.Yo no soy feliz, dice una
y todas callan en grupo.Me dejo llevar por esa música celestial
que viene de lo alto.
Entre los árboles ancianos y verdes
que me protegen de edificios de metal,
y de la falsa moneda
que me cuesta un vino.El laberinto marca la salida de color
entre las cerdas de un pincel
que danza entre las manos.
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