Mano extendida,
abierta,
dentro del plato ovalado.
Un nombre.
Un hombre al otro lado de la puerta
con un corazón congelado.
Pienso
y es mi tierra manifiesta.
Lloro
y es mi corazón quien late
imaginando,
dejándose la fuerza.
Vuelo,
con las alas recogidas
por no hacer ruido
al encuentro.
Quiero abrazar la parte no vivida.
Quiero susurraros al oído
todo lo vivido y,
por partes,
abrazaros de nuevo
y besaros
y deciros lo no dicho,
que es tanto
como la suma
de nuestra distancia y lo perdido.
Soy ahora mismo
la música de ese cuento
que me contaron siendo niño.
Amanecen de repente vuestras voces
en el lado derecho de mi cama
y las cortinas
se dibujan en la pared,
recortadas,
de perfil,
y yo soñando vuestras caras.
Dame luz…
papel,
y dejadme vuestros besos
a ese lado
que nunca jamás abandonaré.
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