“En el arte, como en el amor, la ternura es lo que le da la fuerza”, decía el afamado escritor Oscar Wilde a propósito de esta emoción, definida por José Víctor Martínez Gil como “la columna central que sostiene la vida”; otros piensan que el truco está en volverse fuerte de corazón sin perder la ternura del alma, o que la ternura de los gestos revela la delicadeza del espíritu. ¿Qué es para ti la ternura? ¿Cómo andas de afabilidad?

La ternura hace referencia a las cualidades de afecto, cariño, amabilidad, delicadeza o suavidad en la conducta de las personas; para muchos está estrechamente asociada a la emoción del amor, de tal forma que este último no sería del todo auténtico sin la primera. Se expresa hacia otros seres vivos, pero también mediante una manifestación artística o literaria y revela el aprecio más genuino por lo que esa obra, animal o ser humano es y hace en ese instante. Precisamente la observación de lo que el otro hace y dice en el momento presente nos permite darnos cuenta de nuestro sentimiento de ternura aquí y ahora.

Como ocurre con casi todas las manifestaciones emocionales, a veces no estamos preparados para sentir y/o expresar ternura; sin embargo, puede tratarse de uno de los valores fundamentales de la persona quien, debido a la interpretación social que se hace del mismo, acaba por rechazarla y camuflarla. Durante décadas, la ternura se ha asociado de forma peyorativa con la debilidad, la falta de decisión y la blandura, claro que se trataba de escenarios muy competitivos tanto en el plano laboral como en el social o el personal. También dependía del sexo, por lo que tal cualidad únicamente podían experimentarla las mujeres y en escenarios muy concretos como por ejemplo la maternidad.

Afortunadamente hoy tal acepción ha cambiado, pues corresponde a todos ser tiernos, cariñosos o amables; ser delicados, suaves y tan blandos como deseemos, pues la ternura ya no es prerrogativa de nadie específicamente, sino un privilegio de todo aquél capaz de sentirla.

 

Cómo manifestar la ternura

Se puede sentir ternura al contemplar a un cachorrito, mientras vemos una película romántica, al leer una historia de compromiso y sobre todo cuando alguien nos besa, nos abraza o nos mira de esa manera inimitable; cuando arrullamos a un bebé, consolamos a alguien que llora o mientras un niño nos cuenta, atribulado, lo que para él es un gran problema. La ternura nace de la conexión con otros seres y se dispara gracias a la labor de nuestras neuronas espejo, que nos permiten experimentar la empatía hacia el sentir del otro. ¿Para qué nos vale la ternura? ¿Cómo podemos expresarla? ¿Y recibirla?. Desde el Coaching te invito, en primer lugar, a evaluar el nivel que ocupa la ternura entre tus valores: ¿Cómo experimentas la ternura? ¿En qué situaciones? ¿Cómo la interpretas? ¿A qué otras emociones la asocias? ¿Qué te hace sentir?

Si se trata de uno de tus valores, te propongo que le otorgues una puntuación entre uno y diez, según corresponda a poco o mucho en tu orden de importancia. Si marca nueve o diez, te invito a entrenar tu ternura. Para ello, unas preguntitas, como solemos hacer desde el Coaching:

  • ¿Quién eres?
  • ¿Qué otra emoción te acompaña?
  • ¿Cómo te manifiestas en mí?
  • ¿De qué manera me ayudas?
  • ¿Qué deseas de mí?
  • ¿Cómo te puedo recibir?
  • ¿De qué forma te puedo expresar?

Dicen los expertos que las emociones son neutras, por lo que es la forma en la que nosotros las confrontamos la que les da el valor; eso mismo ocurre con la ternura, con el aprecio, el cariño y el amor, conceptos enlazados en el sentimiento que nos hace conectar con otras personas queridas. Así que, sin ambages, te propongo que recibas y des ternura, que permanezcas atento a lo que sientes y haces sentir; en definitiva: que disfrutes tu ternura.

¡Feliz Ternura! ¡Feliz Coaching!

 

 

Silvia Resa

Soy coach ontológica para acompañarte en la identificación de tu objetivo y apoyarte durante tu proceso de Coaching. Sistemas propios: ArkeCoaching, AstroCoaching y IronCoaching.

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